lunes, 23 de diciembre de 2019

NAVIDAD 2019 EN 3 TIEMPOS




  
1- En el umbral del establo





¡ Hola, Dios! Pasa adelante. ¡Qué chiquito eres! No, no molestas en absoluto. Al contrario. Solo que esperaba verte llegar sobre las nubes del cielo y no en este establo. Yo te imaginaba brillando como el sol pero apareces como la guagua de unos refugiados. Esto me sorprende un montón,  pero... bueno. ...

Cuando yo imaginaba que medías como mínimo cien metros de alto y que estabas muy arriba de  nosotros, yo pensaba agradarte. Pero veo que no funciona así contigo: parece que la grandeza para ti es ocupar muy poco espacio y hacerte aún más pequeño que nosotros. ¿Quién lo iba a imaginar?

Eres tan pequeño que tal vez  sea por eso que, hoy en día, no llamas mucho la atención, pues, casi no se te ve... A menos que nos quieras decir con eso que sin valorar  lo pequeño en nosotros mismos y sin conectarnos a los "pequeños" del  mundo no hay vida plena, ni futuro, ni "salvación" para nadie.

Lo "pequeño" en nosotros es lo más íntimo en nuestro ser. Los "pequeños" son los niños", por supuesto, pero son también  familias, vecinos, pueblos enteros que nuestra "manera de ser" ha mantenido en un estado de inferioridad y de miseria por haberles negado toda posibilidad  seria de crecer ...

Gran Dios, muchas son las cosas importantes que nos quieres decir desde tu pequeñez. Va, pues, ¡pasa adelante! Ésta es tu casa ...


2- En el establo



No me pregunto si Jesús era Dios o no. Pienso más bien que si Dios habla a través de los pájaros, del viento, de la luz y de todos los acontecimientos de la vida, no cabe duda de que habló a través de Jesús de Nazaret. En todo caso, los primeros discípulos lo vieron así y creyeron en él. Y eso lo creo yo también.

Cuando el evangelista Lucas nos cuenta que Jesús viene al mundo en un establo, no es un historiador, un periodista o un científico el que escribe, sino un creyente, es decir, alguien capaz de vislumbrar la Realidad que se perfila detrás de los signos que sus ojos ven.

Lo que esa historia de Lucas nos dice es que el gran Dios "todopoderoso" no viene a asustarnos, sino que se acerca a nosotros como de puntillas, haciéndose tan pequeño y frágil como nosotros mismos. Aunque nuestra casa común no fuera más linda que un establo, Lucas quiere que se sepa por todo el mundo que Dios ha elegido mudarse con nosotros. ¿Por qué? Porque cree en nosotros y nos ama mucho.

Sabe Dios que algún día entenderemos mejor que nuestro futuro de humanos no depende de leyes, de templos, de petróleo, de minerías, de drones, ni del crecimiento de la economía a cualquier costo, ni del mercado de valores, ni de  ejércitos, ni de edificios cien veces más altos que las pirámides, ni del famoso LHC, ni de cada vez más ciencia, policías, cárceles o bombas ... sino simplemente de una "manera de ser" distinta de la que hemos tenido hasta ahora ...

Es cierto que con la presente  "manera de ser"  hemos realizado cosas grandiosas, pero también hicimos desastres: de un paraíso hemos hecho un "establo". Hemos convertido nuestra Tierra en un enorme basural, y hemos transformado en cementerio casi la mitad del mundo.

¿Por qué eso? ¿Acaso somos mitad ángeles y mitad demonios? Tal vez sí, tal vez no.... Quizás sea más bien porque somos simplemente humanos y que todavía no hemos terminado de nacer a la totalidad de nuestra humanidad...

En todo caso, esa "manera de ser" que nos ha llevado a la situación trágica actual está haciendo  agua por todas partes. Miles de luces rojas nos están avisando que tenemos que mutar. Que ya se acerca la hora de terminar de nacer... Lo que somos de verdad y que está dormido en lo profundo de nuestro ser da señales de querer salir a la luz. Estamos listos para un gran salto para adelante.

Lenta es la evolución humana, pero la ciencia nos advierte que de vez en cuando avanza por saltos grandes. Es a uno de estos saltos al que el siglo XXI nos convida.

Al comienzo de los últimos dos milenios, Jesús mismo, desde un establo y una cruz,  dio un salto vertiginoso que se plasmó finalmente en lo que hemos llamado "resurrección". Atravesando nuestras muertes, su aventura fue un gran sacudón para sacar de la sombra grandes energías de vida encerradas en nosotros. Nos desbrozó el camino para que iniciáramos nuestro propio caminar hacia una nueva "manera de ser" en la que, desde nuestra realidad de carne, nos sea posible vivir una humanidad más auténtica, más profunda y más libre. Con él nos dirigimos hacia nuestra verdadera estatura en  la cual todo se irá integrando y unificando. Las barreras que nos separan de nuestro ser verdadero y que nos aíslan, no solo de la humanidad entera, sino también de la naturaleza y de Dios, se irán cayendo una tras otra.

Para este gran salto adelante, Dios mismo, por pura gracia, viene a nuestro encuentro dentro de nuestros "establos". Que seamos creyentes o no, se nos está acercando el tiempo en el que las grandes cualidades de corazón y de espíritu propios de ese Jesús que nació en un establo y ahora trasciende la muerte, se incrustarán en nuestro ADN, y más profundamente aún en nuestro ser.  En nosotros va a florecer una nueva "manera de ser". Comenzaremos a ser más ampliamente humanos, hasta tocar lo divino.
                                       
                                                              

 3- Estrella de los Magos y "Agujeros Negros"


                                                          Agujero negro tragándose una estrella
                                                Hay 100 millones de agujeros negros en el universo 

Cuando se acercó a Jerusalén, la capital del gran rey Herodes, la Estrella de los Magos desapareció como si hubiera chocado con un "agujero negro". El agujero negro es un monstruo astronómico que devora las estrellas sin dejar escapar la más mínima chispa de luz de ellas. Lo cual entraña que la Estrella de Navidad no simpatiza con los sistemas que se comportan como "agujeros negros" haciendo añicos derechos humanos, democracia, voz de los jóvenes, de las mujeres, de los trabajadores, de los nativos, de los inmigrantes y de las personas diferentes, y que hace oídos sordos a los gritos de la calle y a las señales de agotamiento del mismo planeta...Tan pronto como se acerca a "agujeros negros" de ese tipo, la Estrella de Navidad se desvanece y desaparece.

Pero siempre vuelve. A veces vuelve adonde menos se la espera, como en Irak, y en Líbano o incluso en Irán. En Hong Kong sigue aguantando. En Chile, Haití, Argelia también. Por allí cae un corrupto, por allá  rueda una cabeza, pero no basta. Los pueblos claman por algo distinto, por algo realmente nuevo. Al vislumbrar la Casa Blanca, la Estrella "se manda a mudar" y al husmear  por el Vaticano, se está agarrando muy fuerte para no aflojar...

De hecho, la Estrella de Navidad nunca muere. Cuando reapareció, una red celestial advirtió a los Reyes Magos  que el rey Herodes estaba muy enojado y que la vida de ellos pendía de un hilo. Sucede que los servicios secretos del rey lo habían tenido informado detalladamente de las actividades de los Magos por Belén: cómo esos  extranjeros medio raros habían descubierto un bebé recién nacido en un establo, cómo se habían echado de rodillas ante él, cómo lo habían honrado como Rey de Reyes y lo habían colmado de regalos. Al oír eso, Herodes estalló;  rasgándose las vestiduras, gritó: "¡El único rey soy yo!". De no haber sido por la Estrella que les había mostrado un camino por donde  escaparse, los pobres Magos estaban cocinados.

Engañado por esos Magos, Herodes entró en una ira de la que los milenarios olivos de Palestina se acuerdan  todavía, porque, para calmarse, ordenó la masacre de todos los niños de Belén que tenían menos de dos años. Cuestión de matar de raíz toda gana de sedición de parte de los partidarios eventuales del niño piojoso que los Magos habían adorado como un dios.

Gracias a Dios, el niñito del pesebre, semilla de subversivo - uno nunca sabe- logró salvarse del furor del rey, porque José, su padre, que ya había olido el asunto, lo agarró de noche y huyó junto con la mamá a Egipto. Allí, en exilio, en el mismo país donde 1250 años antes había comenzado la increíble saga de los pioneros del "Pueblo de Dios", la hermosa Estrella de los Magos que Herodes quiso apagar para la eternidad, se fue recargando de energía.

Un año pasó, luego Herodes hizo algo bueno por una vez en su vida: murió.  La Estrella bailó de alegría. Sin perder un minuto, partió de nuevo y regresó al país con José, María y el niño. Esta vez, se dirigió derecho a Galilea, antiguo bastión de Neftalí y Zabulón, que estaba pasando las de Caín. Este pequeño rincón del universo hubiera podido ser un paraíso, pero siempre fue envidiado por los demás debido a su lago magnífico, su tierra fértil, su pescado, sus higos, sus viñedos, sus ovejas y sobre todo por su ubicación ideal para comerciar con los países vecinos y extranjeros. Por el transcurso de los siglos, buitres de todos lados se habían tirado encima de ese territorio hermoso del que todos habían logrado sacar alguna tajada. Fue en esa Galilea desangrada donde, tras su regreso de Egipto, la Estrella creció. Empezó en la oscuridad de Nazaret y luego, tan bien se desarrolló a la orilla del lago que logró hacerse carne, huesos, corazón, sangre y rostro para convertirse en Jesús de Nazaret.

En las sandalias del nuevo profeta,  la Estrella caminó con los pisoteados del país, se identificó con ellos, los levantó, los sanó, los sacó de sus tumbas, y así llegó a ser para ellos y para el mundo la "Luz de las naciones".

Esto duró apenas tres años. En el país,  el "agujero negro" funcionaba a plena capacidad. Bajo el mando de los pequeños Herodes que habían reemplazado al viejo difunto, el pueblo seguía temblando. A ello se sumaba el terror nacional de la Legión romana metida allí. El pueblo repudiaba la presencia de esos militares del imperio (que eran como una banda de elefantes salvajes en un centro comercial); los odiaba como al propio Satanás.  Además, la camarilla de sumos sacerdotes y expertos religiosos que se turnaban en el Templo de Jerusalén no mejoraba las cosas. Esos señores se comportaban como "dueños de Dios y de la Verdad". Tenían espías por todas partes.  Libraban una guerra implacable en contra de todos los atrevidos que no les obedecían a pies juntillas.

Ahora bien, uno de esos "atrevidos" era Jesús, nuestra  estrella, pues era un hombre libre.  Por lo tanto, fue el dolor de cabeza de los inquilinos del Templo. Estos últimos armaron un caso abrumador contra él, luego se arrojaron encima como hienas y lo destrozaron en una cruz. Al mediodía, el mundo se hundió en la noche más oscura del universo. Esta vez, la Estrella había muerto de muerte bien segura.

Pero, que lo creamos o no, allí mismo donde no quedaba más que vacío y muerte, la Estrella reapareció suavemente en el aliento del sol naciente del primer día de una nueva Creación. Unos pescadores que no habían capturado un solo pescado  en una larga noche de muchos milenios,  "despertaron" de repente. Se levantaron y se lanzaron con alegría por todos los caminos de la gran aventura humana compartiendo sin contar una pesca con sabor a resurrección y con gusto a mañana de eterna primavera.

Hoy, después de dos mil años, estos valientes pescadores han envejecido. Están terriblemente cansados. Ya no pueden encontrar mano de obra barata para hacer el trabajo. No pueden innovar, no pueden inventar, no se acuerdan cómo crear. Son prisioneros de su mundo, y aunque todavía están vivos, ya están algo como embalsamados ... En todo caso, ya no hay mucho futuro para ellos. Está claro que el "Agujero Negro" ha ganado. Golpe muy duro para la Estrella de los Magos...

¿Se recuperará la Estrella? ¿Asombrará de nuevo? ¿Volverá? ... Juro que sí ... Pero también juro que las cosas no volverán nunca a ser "como antes". ¡NUNCA MÁS! ¡Todo será completamente nuevo!

"Ahora todo lo hago nuevo" (Apocalipsis 21, 5).
                                      
                                                                                     ELOY ROY











miércoles, 27 de noviembre de 2019

RAMA SECA Y PINO TALADO




En aquella tierra de montañas y ovejas a la que mucho amé, teníamos un Árbol de Vida. Cuando llegaba la temporada baja y que todo parecía apagado, tomábamos una rama seca, la decorábamos con bolillas de lanas de color y soñábamos: "Estas bolillas se cambiarán en los frutos jugosos que cosecharemos mañana. Porque la Tierra se volverá verde y de nuevo florecerá la vida". Ése era  en aquella tierra hermosa nuestro arbolito de Navidad; era el arbolito de nuestras esperanzas.

Por el mes de diciembre, en un país de grandes hielos  como Canadá, salimos al bosque a cosechar un pino joven. Lo talamos, lo traemos a casa, lo adornamos con bolas brillantes y con guirnaldas de oro vamos pensando: "Está de vuelta el invierno. Bajo la nieve se sepultó la vida; pero, contigo, arbolito talado, haremos que ella estalle de nuevo en un río de estrellas". Así para mi país, así para el mundo.

                           

Pueblos originarios de Canadá, chaquetas amarillas de Francia, resistentes de Hong Kong, Cataluña, Chile, Ecuador, Haití, Argelia, Ucrania y Kurdistán, al luchar  con manos desnudas contra los Goliat del mundo,  ustedes ya están anunciando la vuelta del sol. Ustedes de  Bolivia, Líbano, Irak, Irán, Venezuela, Malí, Sudán y Xinjiang, no dejen que otros  decidan del destino suyo. Como siempre, las grandes potencias vuelan en ayuda para mejor desvirtuar sus resistencias y llenarse más los bolsillos, ustedes los lúcidos, los perseguidos, los pobres, los nadie de este mundo, ¡no se dejen engatusar! Tú, planeta Tierra, tan masacrado, tan devastado, tan mortalmente herido, ¡no aflojes tampoco!

En este momento, en los cuatro rincones del mundo, ustedes los cansados ​​de ser ignorados, están levantando la cabeza. Van recuperando la palabra que les había sido robada. Se enfrentan con los  gases lacrimógenos, las porras, los cañones de agua, y hasta con paraguas se burlan de las balas del Imperio ... Así han logrado que unos grandes corruptos pongan lo que fuera tal vez el único gesto honesto de su vida: renunciar a su cargo... No es poco. Pero hacen bien en  apuntar a muchísimo más, pues es el Sistema completo el que hay que tirar por la borda. Los tiburones no esperan menos.

Gracias a ustedes, algo se está moviendo en nuestros inviernos. Es como si estuviéramos   saliendo de un largo letargo y que empezaran a rebrotar nuestros  árboles muertos.

¡No aflojemos! 

                             Eloy Roy

miércoles, 25 de septiembre de 2019

GRETA


                                                                                  

A esa gente ponderada que se ve a sí misma como la norma de lo sabio y de lo civilizado, no le gusta Greta: demasiado emocional, demasiado apocalíptica, bastante fanática.  Según ellos, esa chica debería callarse y volver a la escuela.  Dos milenios antes, otras personas "políticamente correctas" quisieron silenciar a Juan el Bautista porque él, como Greta y muchos otros,  gritaba: "¡Fuego! ¡Fuego!". Por razones similares, también intentaron taparle la boca a Jesús y a sus seguidores. Pero fue Jesús el que les cerró el pico  contestándoles al tiro: "Si éstos callan, ¡las mismas piedras gritarán!" (Lucas 19:40).  

Discurso de Greta en la ONU:

jueves, 15 de agosto de 2019

¡SÁQUENLE LAS VENDAS!




Mientras meditaba sobre la resurrección de Lázaro en el evangelio de Juan 11:1-44, me vino a la mente que incluso la RELIGIÓN puede ser una máquina de matar. De hecho, como sistema, la religión es un poco parecida a una caja de hierro que muchas veces desfigura a Dios y lo achica antes que darlo a conocer en su misteriosa realidad. Todo lo contrario con el EVANGELIO: la Buena Noticia de Jesús abre las cajas, despierta, resucita, re-vela,  trae a la luz lo que está escondido.


Lázaro era un muchacho muy bueno y un gran amigo de Jesús, pero desde siempre había vivido hundido en lo religioso. Vida propia no tenía.  Estaba "muerto para el mundo". El mundo, para él, apestaba. Pero el que para el mundo despedía mal olor era el mismo Lázaro.  

Al enterarse de que la situación de Lázaro había alcanzado un punto crítico, Jesús se conmovió. Se acercó al lugar donde su amigo se había encerrado como en una tumba, y le gritó: "¡Lázaro, sal de ahí! »

Ni bien oyó la voz de Jesús, Lázaro se paró y salió del sepulcro llenándose los pulmones de aire fresco. Pero no podía caminar. Unas vendas que no eran sino viejos reflejos que la religión le había incrustado en la piel, lo sujetaban aún de la cabeza a los pies.

De todos esos reflejos religiosos, el que más paralizaba a Lázaro, era el miedo: el miedo de desagradar a Dios, el miedo de no cumplir los mandamientos y todos los deberes religiosos al pie de la letra; en una palabra, el miedo a todo cuanto no estaba hondamente arraigado en el suelo de la religión. Le cortaba el sueño el no reproducir a la perfección los gestos, las palabras o los pensamientos sagrados dictados por la religión, o el no poder llegar a cumplir acabadamente con la misión que Dios le tenía asignada desde la eternidad. Rechazaba todo cuanto no estaba autorizado y santificado por la moralidad religiosa. El no obedecer al dedito a la autoridad religiosa y el no amoldarse al orden establecido por la religión hubiera sido la señal patente del triunfo definitivo del diablo sobre su alma. Le asustaba todo lo que existiera fuera de los muros de la religión. Le asustaba el "mundo", le espantaba la aventura humana, la libertad, lo desconocido y el otro. Claramente, en plena juventud, Lázaro se había convertido en una momia.
  
Lo que más lo atormentaba a Lázaro era esa conciencia de que no era un hombre perfecto. No se perdonaba el que de sopetón se le asomara por la mente algún pensamiento personal o una pequeña duda. Los vistazos furtivos por encima del muro de lo permitido y otros impulsos por el estilo le daban el sentimiento de ser una escoria. Le carcomía el remordimiento. Su cara se volvía gris. Las úlceras le perforaban el estómago. Ser un simple mortal le fastidiaba a muerte. Lázaro era un muerto con vida,   y su vida era un largo coma.

"¡Lázaro, sal de ahí! "le grita Jesús: "¡Sáquenle las vendas! "...

¡Aquí muere el miedo y comienza la confianza! Confianza en uno mismo, confianza en el ser humano, confianza en la vida, confianza en el mundo,  confianza en Dios... 

En el siglo 21, ese Lázaro que apesta y  está enredado en sus vendas, es simplemente la vieja Iglesia: la Iglesia de la ley, la Iglesia del miedo, la Iglesia de la muerte. La que, por la gracia de Dios, recién ahora se está desmoronando. 

Y, ese Lázaro que sale vivo del sepulcro,  el que se quita las vendas, ese Lázaro hermoso como un manantial, el que, por sobre todas las demás voces, escucha la voz de Jesús, ése Lázaro es la Iglesia eternamente nueva del Resucitado, la que sin ruido está creciendo sobre las ruinas de la vieja.

De hecho, la voz de Jesús salva a Lázaro. Esa voz es el secreto. No es la voz de los libros, de la tradición, de la diplomacia o de los de arriba. No es tampoco la voz de la anarquía, del libertinaje y de la espiritualidad a la carta; ni la voz de los prudentes, ni la de los maestros de la razón justa, ni la voz del sacrosanto consenso... La voz de Jesús no es una voz cualquiera. Es la voz que perturba a los muertos y los saca de su tumba.

La voz de Jesús, la única,  es la voz de la Buena Nueva que fue, es y será siempre un "escándalo" para los devotos bien intencionados, y una pura "locura" para los racionalistas y sabios de todas las épocas, creyentes o no.

La voz de Jesús es la inquebrantable confianza en la inteligencia, la sabiduría y la fecundidad de la misma LIBERTAD.

Es también la certeza de que la curiosidad, la exploración de lo desconocido, la creatividad, la audacia, el amor, la compasión, la justicia y la paz son "energías" reales que se encuentran enraizadas en las profundidades de cada ser humano y que tienen  como fin el de construir, ordenar, poner en marcha, transformar, transmitir y hacer evolucionar la vida.

La voz de Jesús es la voz que despierta esas energías: "¡Sal de tu tumba, levanta la cabeza, suelta tus vendas, camina! Abre tus  ojos y mira cómo la vida es pura apertura a algo siempre más grande. Ella va de muertes a resurrecciones como una flor que acaba nunca de florecer plenamente".

"¡Lázaro, sal de la tumba! "... No sólo de la tumba de la religión anestésica que te tiene preso de lo obsoleto y de tus sueños infantiles, sino también de la nueva religión del cinismo y de la arrogancia, la que, conformándose a las modas de la nueva época, hace de la hinchazón del súper ego la norma absoluta de lo bueno, de lo verdadero y de lo bello.

¿Soltarlo todo?... Sí, Lázaro, sí... Has de liberarte de tu tumba y de todas tus vendas. Además, si así te gusta, después de liberarte de todo, podrás incluso recuperar las vestimentas, palabras y gestos de la antigua religión, con tal que estos signos, no solo no te impidan caminar como corresponde, sino que te impulsen a desplegar tus alas y realizar en el aire lindas acrobacias que asombren a las mismas estrellas.

                                                                    Eloy Roy


LOS CUATRO DE LA RIOJA


¡Hipócritas! Sus padres mataron a los profetas; ustedes, los hijos, construyen mausoleos en recuerdo de ellos y los adornan con flores.  (Mateo 23, 29-32).


                                                                       
Cuatro testigos del Evangelio acaban de ser beatificados en Argentina. Son Enrique Angelelli, Carlos Murias y Wenceslao Pedernera. Los tres son argentinos; el primero es un obispo, el segundo es franciscano, el tercero es un laico campesino comprometido. Su compañero, Gabriel Longueville, sacerdote misionero francés, también fue beatificado con ellos. Los cuatro hombres vivían en La Rioja, una provincia empobrecida del interior, en donde les aguardaba un brutal final en 1976.



¿Quién lo hubiera dicho? Unos cuarenta años atrás, una despiadada dictadura militar se instaló en Argentina. Muchos obispos, sacerdotes y fieles católicos vieron en ella "el brazo de Dios" y la acogieron como la salvación de la patria.  Sin embargo, en menos de seis años, este "brazo de Dios" amontonó sobre las espaldas del Estado argentino una deuda multimillonaria absolutamente imposible de pagar; hizo desaparecer a treinta mil personas, asesinó a otras quince mil, hizo diez mil presos políticos y a más de un millón de exiliados. Mientras tanto, este mismo "brazo de Dios" ya había llegado hasta La Rioja, y asesinado a traición a cuatro hombres profundamente implicados en el rescate de los más empobrecidos. 

Sin embargo, recién el 10 de mayo de este año, esta misma Iglesia Católica acaba de declarar mártires y "beatos" en el cielo a los cuatro hombres asesinados por esta dictadura que ella misma había glorificado como el "brazo de Dios"!

Cuando estos cuatro hombres de Dios corría gravísimo peligro, la Iglesia, (que lo sabía todo porque tenía acceso privilegiado a la dictadura) no sólo no levantó un dedo para defenderlos, sino que hizo todo lo posible, por el contrario, para desacreditarlos y hacer que la carga sobre ellos fuera aún más pesada. Y luego, cuarenta años después, ahora que están muertos y la dictadura ha sido derrocada, simplemente declara al mundo que estos hombres no eran demonios, sino santos.


No cabe duda que los Cuatro de la Rioja eran santos, pero eran santos por haber cometido el grave pecado de compartir la vida de los pobres y de los descontentos, denunciando la injusticia imperante y combatiéndola. Estaban involucrados con grupos que reclamaban sus derechos y exigían cambios. No empujaban a nadie a la violencia, pero no dudaban en dejar claro que la terrible violencia que asolaba el país no era causada por los pobres, sino por aquellos que abusaban de ellos, no de los trabajadores sobreexplotados que tenían todas las razones de rebelarse, sino de las enormes injusticias y las intolerables desigualdades causadas por la corrupción, la rapacidad, la dureza, la ceguera y la crueldad de los grandes propietarios, y de sus esbirros y amigos incondicionales de la policía y del ejército, debidamente formateados, adoctrinados, armados y piloteados por el "hermano mayor" de la humanidad, el  que goza todavía de muy buena salud, y que es venerado, envidiado, copiado y odiado por el mundo entero.

Los Cuatro de La Rioja nunca han comido a la mesa de los ricachones. Nunca han bendecido o alabado la dictadura que violó, torturó, encarceló, fusiló, hizo desaparecer a miles de
personas y juró limpiar el país de todos aquellos "subversivos" (como ellos, los cuatro) a los que se les ocurriera soñar con una sociedad más justa. Nunca han reconocido legitimidad alguna a los  militares que usaban sus armas para cometer atrocidades peores de las que pretendían  combatir, aun cuando el General Videla, el líder supremo de la dictadura, fuera a misa y comulgara a diario, y que su brazo derecho, el  almirante Masera, jugara al tenis con el Nuncio Apostólico en los fines de semana.

Los Cuatro de la Rioja no obedecían a esas autoridades, ni a la mayoría de aquellos obispos que, ante las atrocidades cometidas en el país, miraban a un costado, se lavaban las manos o callaban; ni a aquellos que, después de explayarse en complicadas contorsiones sobre el amor, el perdón y la paz, rociaban con agua bendita la política de muerte de la dictadura.

Los cuatro de La Rioja preferían "obedecer a Dios antes que a los hombres", tal como  el apóstol Pedro lo declarara contundentemente al Sumo Sacerdote unos días después del asesinato de Jesús en Jerusalén (Hechos 5, 29). El único maestro de ellos era  Jesús, el Jesús  del Evangelio, ese mismo que, por cierto, vino a traer la paz al mundo, pero no cualquier paz, ni a cualquier precio.

Según ellos, no cabía duda de que Jesús estaba en La Rioja luchando al lado de ellos para ayudar a los campesinos explotados a levantar la cabeza. Desafortunadamente les salió mal. Lo cual no fue una sorpresa, pues cuando hombres y mujeres se esfuerzan por vivir y actuar como Jesús, forzosamente terminan como Jesús: calumniados, despreciados y ridiculizados
por sus propios hermanos, y luego asesinados, al igual que Jesús. Esto es lo que les sucedió a los Cuatro de La Rioja.

Cuando murieron, no hubo mucha gente para llorarlos, excepto un puñado de valientes activistas de derechos humanos y unos cristianos sinceros determinados a seguir caminando de acuerdo
al evangelio a pesar de todo. Excepto también algunos cándidos como yo, los que, desde el Concilio Vaticano II, tuvimos la ingenuidad de creer en otra Iglesia.

Hizo falta que un argentino subiera al trono papal para que la reputación de los Cuatro de La Rioja fuera limpiada. Esta beatificación, que nunca ellos habrían imaginado, es, de hecho, un
hermoso acto de justicia que honra a este Papa; también es un bálsamo apreciable sobre los corazones de las miles de otras víctimas de la feroz dictadura. Sin embargo, hay un riesgo de
que ese gesto sirva también de pretexto para echar un piadoso "manto de olvido" sobre la podredumbre de la dictadura o sobre las traiciones de aquella gente más poderosa de la Iglesia que hasta ahora no ha mostrado la más mínima pizca de arrepentimiento.

No sé si, para tapar los crímenes de la dictadura con la cual su clase social se identificó visceralmente, unas damas muy católicas de la alta sociedad no recaudarán fondos para construir y decorar algún monumento a nuestros beatificados, pero lo que se sabe es que, a pesar de la condena por los tribunales de muchos criminales de la dictadura, todavía quedan miles de ellos que andan bien panchos por la República, sin que nada les perturbe.

Nadie puede negar que la dictadura haya sido derrocada, pero la forma en que la Argentina se sigue manejando muestra lo contrario.  Algunos dicen que, mientras quede algo para robar en el país, las fuerzas que en el pasado han generado tanta violencia y provocado, no cuatro, sino  cientos, tal vez miles de mártires, siguen teniendo por delante un lindo futuro... Para que algo
cambie en el país, o en la Iglesia, puede ser que los Cuatro de La Rioja tengan que arremangarse y hacer milagros de magnitud poco común.

                                                                   Eloy Roy


Mayo 2019


domingo, 30 de junio de 2019

  Al reunirse con Juan el Bautista, a quien los apparatchiks religiosos miraban como hereje y rebelde, se dio en la conciencia de Jesús una ...