martes, 16 de octubre de 2012

A LOS CINCUENTA AÑOS DE UN CONCILIO EN QUIEBRA…



 IGLESIA TITANIC Y NUEVA EVANGELIZACIÓN



Querida Iglesia, ya no eres la barca de Pedro, sino una vetusta nave de la orgullosa y ahora difunta  White Star Line. Imbuida de tus glorias pasadas, te crees insumergible ya que dices: ¡“Soy infalible! ”… Abre los ojos. La banquisa está allí muy cerca, sobre tu derecha.

A tu barco dale enseguida un vigoroso golpe de timón hacia la izquierda, si no te vas a hundir como el Titanic, tú, la reina de los mares, tú, la nueva Tiro… (Ezequiel 27, 25-36).  El deber de conversión es también para ti, sabes.

Es cierto que por la izquierda se corren grandes riesgos, pero hoy en día es allí donde se encuentra el pescado. Porque es allí  donde  late el corazón, el sueño, la utopía, la intuición de ese Reino, por el cual Jesús dio su vida. O haces rumbo a toda máquina hacia estas tierras mal desbrozadas que necesitan de ti, o te vas a pique al fondo del mar.

Desde Marshall McLuhan, todo el mundo sabe que “el medio es el mensaje”, o, si prefieres, “el mensaje es el mensajero”. De tanto no encarnar lo que intenta transmitir, el mensajero termina perdiendo toda credibilidad. Y al final, muchos le dan la espalda tanto al mensaje como al mensajero.

Hoy en día  mucha gente se burla de Dios y no le  presta más atención al Evangelio, porque la Iglesia, que se presenta al mundo como mensajera de ambos, ya tiene muy poca credibilidad.  

Qué conste, aquí no me refiero sino a la gran Iglesia en su aspecto imperial, con sus estructuras, su mentalidad, su forma de gobierno, su moral y sus parafernalias de épocas muertas. Y no, por cierto, a estos pequeños grupos de fieles lúcidos y valientes que, en varias partes del mundo,  encuentran aún la forma de seguir adelante a pesar de no ser tomados en cuenta por la gran iglesia, o de verse forzados a vivir al margen de ella.

Por de pronto, tú que te identificas tan “humildemente”… como la única y verdadera Iglesia de Cristo, has manifestado tu firme propósito de re-evangelizar a esta parte del mundo que has perdido. Nada más normal puesto que para eso has sido inventada. Pero hace treinta años que te propones lo mismo y no pasa nada.

Has de entender que para evangelizar no existen mil medios, sino uno solo: que tú misma te vuelvas Evangelio de pies a  cabeza, en tu corazón, en tus vértebras, en tus huesos, es decir, en tu forma de ser, de pensar, de vivir, de organizarte, de trabajar y de hablar.

El mayor obstáculo a tu proyecto de evangelización, no lo busques lejos, porque tú misma eres ese obstáculo. Mírate en el espejo y, con la mano en el corazón, dime  si Jesús se reconocería  en ti. ¿Puede uno  leer fácilmente sobre tus rasgos el Evangelio de Jesús? Te apuesto que no.  Sería como pedir a un analfabeto que descifrara unos jeroglíficos mayas o unos ideogramas chinos. Personalmente no puedo hacer tal lectura, a pesar de que yo tenga algunas nociones de chino…

Te suplico, deja, por favor, de confundir la Buena Noticia de Jesús con tu indecente y ridículo alineamiento con la augusta  sabandija que embauca y estruja al mundo.

Renuncia a tu obsesión enfermiza por el sexo, tema que en tus tribunas ha llegado a copar todo el espacio que por derecho divino corresponde exclusivamente al anuncio alegre de la Buena Noticia a los pobres y a los oprimidos.

Deja de ver enemigos por todas partes cuando, en realidad, no tienes peor enemigo que tú misma.

Además, antes de sentirte continuamente perseguida por el mundo entero, deja de acosar a los que muy afortunadamente no piensan del todo como tú.

Si, a veces, te cuesta demasiado predicar toda la verdad de Jesús ante los crímenes contra la humanidad que cada día se cometen en el mundo, sería mejor que te calles. Pues de tanto adaptar el evangelio a tus intereses de clase, lo has vuelto estéril y tan nefasto como la mentira.

Si, por fin, se te ocurre que haya en ti cosas que no se pueden ni se deben cambiar, ten por seguro que realmente te estás tomando por Dios y que por lo tanto ya no se puede esperar nada de ti (Ezequiel 28, 1-19).

Pero sigo pensando que todavía puedes esquivar la banquisa, si  quieres.
                                        
                                                      Eloy Roy, pecador

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