Jean Ménard es un buen
amigo mío que habla con las flores. De
no habérmelo confesado él mismo, nunca yo lo hubiera imaginado. De chiquito le
gustaba dormir en el suelo entre las
flores que cultivaba el abuelo. Ciertas flores eran únicas y lo maravillaban.
Venían de lejos, tal vez de otros planetas o de otras estrellas…¿como él?...
Hoy, con 87 años encima,
le cuesta caminar a ese amigo que
en su vida ha trajinado tanto. Al anochecer, cuando más
le pesa la soledad, una complicidad se establece entre él y las dos plantas de su habitación. Son sus
compañeras de célula, únicos seres vivos con quienes charlar mientras muere el día.
Mi amigo creció en un
ambiente de obreros. Les debe todo a ellos y les pagó de vuelta peleando y
dando la vida por ellos en Cuba, Chile, Nicaragua, Quebec. Su trabajo como
educador, más bien como alumbrador de conciencia, lo llevó paso a paso a
compartir la suerte de los más pobres hasta dormir entre ratas y vómitos de borrachos.
Se metió en los tugurios más oscuros para escuchar la voz de los pequeños, y se
subió a muchos estrados para hacerla oír. Su inteligencia es aguda y su
memoria, fenomenal. Por debajo de una aparente calma y un humor pícaro, se
esconde una sensibilidad a flor de piel.
Él es el corazón, los ojos, la voz de los golpeados de la vida. Cuando habla de
ellos, su cara se ilumina y sus ojos a veces se mojan de lágrimas. Pero
también se enoja.
En él hay risa, viveza,
muchas metáforas y bronca. La bronca, la indignación y la impotencia que raya
en desesperación, la mayoría de los quebequenses no pueden expresarlas
sino con palabrotas no muy católicas. Por
eso, las numerosas protestas y los relatos de mi amigo (es un narrador fascinante)
son a menudo remachadas con esa clase de irreverencias que dicen a las claras
aquello que se suele callar…
Es sacerdote. No lo
oculta. Pero el cuello romano ha desaparecido hace tiempo de su universo. Él no
es de la casta de los “eunucos para el Reino”, y además es anticlerical, como Jesús. Sus amigos son
los sindicalistas de la base, los militantes de los derechos humanos y de la
justicia social, los grupos comprometidos con el desarrollo de una economía
humana y sostenible, los defensores del medio ambiente y de la ecología, sin
olvidar a las prostitutas y prostitutos, a los homosexuales, a los drogadictos,
a los borrachos y a todos los que son rechazados por los ladrones de corbata y por
los “buenos” formateados por la moral de la guita y del poder.
Sus enemigos son
millones, pero se concentran en uno solo: el CAPITALISMO que, en su versión
burguesa, se adorna con todas las virtudes
para que las masas lo veneren como su salvación. Aunque sea la hipocresía personificada,
el capitalismo es el Mesías y Señor adorado, amado y engordado por la ideología que predomina entre la “gente
bien” y los adeptos de la Iglesia en su versión todopoderosa y eterna, guardiana
infalible de la paz universal y de la verdad celestial.
Mi amigo no dobla la
rodilla ante esos monstruos que, hasta hace poco, queriendo establecer el
paraíso sobre la tierra, asesinaron a millones
de gente y crearon en varias partes del mundo infiernos más crueles que los que
pretendían aniquilar. Dicho esto, mi amigo es revolucionario, al igual
que Jesús. Está en contra de la dictadura del Capital y la del Proletariado.
Está en contra de toda Dictadura, incluida y sobre todo la Dictadura de la
Religión. Su partido es el de la libertad, como Jesús; el de la justicia, de la
verdad, de la bondad y de la tolerancia,
como Jesús. Con Jesús él milita por una humanidad más… humana y nada más,
porque si existe lo divino, de seguro es por allí donde se encuentra.
A veces mi amigo es
bastante duro para con ciertos miembros de su familia espiritual y misionera, por
la sencilla razón que no se ha sentido comprendido o mínimamente acompañado por
ellos. Querido por unos cuantos apenas, odiado o envidiado por otros, estimado por
más de uno (pero de lejos solamente), es tolerado o generalmente ignorado
por la mayoría. La verdad es que nunca mi amigo ha seguido el montón. No se lo escuchaba balando con las demás ovejas.
Era crítico, no miraba el mundo con los ojos de una religión de dogmas, de
normas morales y de ritos litúrgicos. Veía el mundo tal como es, sin lentes
piadosos. Lo analizaba con la precisión de un relojero. Podía desmontar los
mecanismos más sutiles del neoliberalismo y poner al desnudo su
iniquidad. No estaba en contra de toda forma de mundialización, sino solamente
contra la mundialización de aquella injusticia monumental que está siendo parida
por la insaciable rapacidad de los que ya lo poseen todo.
No le hablen de Jesucristo,
a menos de poner bien los puntos sobres las íes al respecto. Los poderosos que
manejaron la Iglesia durante unos quince siglos, falsearon al verdadero
Jesús. De él hicieron un semidiós bajado del cielo para “bautizar” al sistema
establecido y preservar su “orden” y su
“paz”. No se debe olvidar que el sistema establecido fue el que crucificó a Jesús
y, aunque haya cambiado en algunas de sus formas, hoy en día, sigue crucificando
más que nunca; su “orden” y su “paz” son para una inmensa parte de la humanidad
nada más que muerte y miseria.
Ese Cristo, vaciado de
su sal y de su fuerza profética, es un Cristo falso. Es una pura fabricación
de aquellos que se han hecho “dueños” de la tierra y que mi amigo denuncia
con toda fuerza. Él prefiere mil veces ser tenido por ateo antes que partidario
de tal Cristo. Porque, para mi amigo, el verdadero Jesús pertenece esencialmente
a los pobres, a los oprimidos, a los excluidos; el problema es que los ricos, que lo han robado
todo a los pobres, les robaron también el
verdadero Jesús.
El gran Cristo oficial
de nuestras Iglesias oficiales, que se llevan generalmente muy bien con los
bancos, las multinacionales, las mafias, los gobiernos y las dictaduras
(sobre todo las de corte católico o cristiano) no es el Jesús del Evangelio, y
su Dios no es el Dios de Jesús; por lo tanto, no es tampoco el Dios de mi
amigo.
De hecho, algunos creen
que mi amigo es más o menos ateo. Nada raro, pues a Jesús sus enemigos le acusaban
de ser “blasfemo”, lo cual quería decir precisamente que era un hombre sin
dios, una clase de demonio. Puesto que para nuestros cerebros
cuidadosamente lavados, el Dios Todopoderoso y el Poder son prácticamente
la misma cosa, nadie puede criticar a
los de arriba sin criticar al mismo Dios. Ahora bien, Jesús criticaba a los
de arriba, sobre todo a los de la cúpula religiosa, y por eso fue repudiado por
ellos y erradicado de la comunidad como
un “sin Dios”. Algo así le ha pasado a mi amigo. Por cierto, Jesús era manso,
compasivo, paciente, pero también era provocador; algo por el estilo era mi
amigo. Los dos arremetieron contra la hipocresía revestida de honorabilidad y
de santidad.
Mi amigo no es un santo,
no más que el Jesús verdadero que fue tildado de borrachín y glotón, de loco, pecador
y endemoniado. Mi amigo es sindicalista, amigo íntimo de Michel Chartrand, el muy
desbocado y truculento personaje que fuera
quizá el hombre más justo y el cristiano más auténtico que el Quebec haya producido.
Fue amigo también de Dorothy Day del Catholic Worker, la heroíca apóstol de los
obreros y obreras de los barrios miseria de Nueva York. Esa mujer, que era cristiana hasta los tuétanos, fue ferozmente
denunciada como “comunista” y combatida incluso por la Iglesia. Hoy su causa de
canonización ha sido introducida en Roma. ¡Qué Iglesia, por Dios: crea a los
mártires y luego los canoniza!
Entre los amigos de mi
amigo se destaca también Leonardo Boff, brillante teólogo que difundió la
Teología de la Liberación por todo el mundo. Mi amigo y Leonardo formaron parte
de un grupo de cristianos y cristianas de izquierda y derecha que fueron los
primeros, cuarenta años después de la revolución de Mao, en poner los
pies en la China comunista a invitación de la Oficina de los asuntos religiosos
del país. En aquella época, Leonardo aún no había sido juzgado
definitivamente como un leproso irrecuperable, pero ya figuraba en la lista
negra del Vaticano. En estos días, sin embargo, el buen Papa Francisco no tiene reparos en consultar a Leonardo para sus encíclicas…
Oscar Romero, Enrique Angelelli, Helder Câmara, Proaño… fueron todos señalados
por Roma como personajes peligrosos, pero uno ya ha sido canonizado y los otros lo serán un día.
Son docenas de miles los que han sido
perseguidos, rechazados e incluso maldecidos por una parte de la Iglesia, tal
vez no del todo mayoritaria pero aún muy poderosa, la que, atascada en su
pasado imperial, no acaba de tragarse el
Concilio Vaticano II y de seguir creyendo que la “Buena Noticia a los pobres y
la liberación de los oprimidos” son resabios de modas trasnochadas, inspiradas más
por Karl Marx y el mismo Satanás que por el Espíritu de Dios. ¿Aprenderá, al
fin? … Francisco, quien no deja de convertirse desde que se ha hecho Papa, ¿logrará cambiar el curso de las
cosas, el que incita la Iglesia a pelear (“¡Hagan lío!”), e incluso a
rebelarse contra el Capitalismo y su dictadura del Dinero, el cual, según sus
propias palabras, no es sino “el excremento del diablo”? …
En esas aguas mi amigo pasó
la vida chapoteando. Frecuentaba a los “sospechosos” y comía con los
“pecadores”, como Jesús. Es así como, en 1970, se lo encuentra en la Unión
Soviética, en la noche de Navidad, cantando en francés en plena Plaza Roja de
Moscú: “Esta noche es Nochebuena, ¡Pueblo, ponte de pie y canta tu liberación!”...Corre de
un Foro Social Mundial a otro. Aparece de repente en Bosnia por la causa de los
Derechos humanos. Se le ve surcando el Québec entero para denunciar las
trampas del neoliberalismo y hacer surgir una “nueva conciencia”, única
fuerza capaz de mover las montañas. Además de sindicalista, mi amigo es
altermundialista, socialista, ecologista, independentista (partidario de la
independencia del Québec), miembro del grupo fundador del partido Quebec Solidario; es también “carré rouge” y feminista;
de vez en cuando participa de una misa celebrada por una mujer (sí por una mujer)
de la Iglesia católica, pero “extramuros”.
Como ven, no hay un vicio que mi amigo no tenga. De haber vivido en la época de
Jesús hubiera sido crucificado con él…
Solidario de todas las
víctimas, mi amigo llegó finalmente a ser una de ellas. Es muy triste, pero parece
que con esa moneda se pagan a veces a los que se atreven a abrir caminos nuevos…
Cuando muera, se dirá de
él que fue un buen servidor del Evangelio y se cubrirá su ataúd con un hermoso
ramo de flores. ¡Enhorabuena! Lo dije desde un principio: a mi amigo le encanta
dormir entre las flores.
Eloy Roy
Agosto de 2015
P.D.: ¿Qué dice el Papa Francisco?
A los jóvenes de Argentina en las JMJ de Río
de Janeiro, 2013, el Papa les dice: “¡HAGAN LÍO!”
En un discurso pronunciado en el Encuentro
mundial de los movimientos populares celebrado en el Vaticano (28 de octubre, 2014)
el Papa declara:
“El amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo son derechos sagrados… Pero si hablo de esto, resulta para algunos que el papa es comunista (...) Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia.”
“Los pobres no son seres resignados,
saben protestar y rebelarse. (…) Espero que el viento de esa protesta se
convierta en una tormenta de esperanza.”
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