La reflexión que me inspira la lucha entre los djihadistes y el Occidente me atraerá
seguramente una salva de huevos podridos. Algunos me condenarán a la hoguera o
al hospital psiquiátrico. La mayoría me tratarán de iluminado y loco; por sobre
todo quedaré fichado como traidor a la civilización occidental y cristiana. Sin
embargo persisto y firmo.
Caín y Abel Bild Kuns |
Aunque años-luz nos separan, digo al grupo armado del
Estado Islámico:
« Hombres y mujeres de DAESH, ustedes son de los míos.
Mucho antes de ser terroristas o locos de Alá, musulmanes de tal raza o de tal
escuela; antes de ser mercenarios, violadores, cortadores de cabezas, enfermos
o enemigos, ustedes son humanos como yo.
Aunque yo sea para ustedes nada más que un avatar del gran
Satanás, un degenerado, un opresor de la humanidad, un depredador del planeta;
aunque yo sea para ustedes un idólatra, un traficante de armas, de drogas,
de religión falsa, de libertad perversa y de una multitud de otros “valores” letales
para el género humano, les aseguro que, con o sin barba, soy muy parecido
a ustedes.
Hombres y mujeres de DAESH, todas sus locuras, las tenemos
dentro de nosotros, y todos las nuestras, las tienen en ustedes. Lo único
es que las locuras de ambos están
aderezadas con salsas, tonalidades, colores, caras e intensidades diferentes.
Somos unos humanos capaces de grandes maravillas, pero también de grandes monstruosidades.
Y con ustedes es lo mismo. Somos gemelos.
De todo cuanto ustedes nos acusan, casi no hay nada
falso, y de todo cuanto les acusamos hay probablemente mucha verdad. Aunque
nuestras verdades están como el día y la noche, de ambos lados estamos seguros de
estar en lo verdadero. Prueba de que compartimos los mismos genes.
¿Quieren controlar el mundo? Es precisamente lo que nosotros
buscamos también. ¿Quieren reducirnos a la nada? Es exactamente lo que pretendemos
hacer con ustedes. Prueba más de que somos semejantes. ¡Más parecidos, uno
cae muerto!
Tenemos que ver las cosas como son. Sus kalachnikovs y kamikazes
no acabarán nunca con nosotros y nuestras bombas tampoco terminarán con
ustedes. Las cosas estando así, tirar nuestras armas al basural es lo que
tenemos que hacer. Esperar un poco que caiga el polvo y ver si no podríamos
tratar de encontrarnos para hablar. Escucharnos primero y luego buscar cómo llegar
a ser más justos entre todos. Sin amarnos, al menos podríamos comenzar a respetarnos. ¿No
somos, al final, casi hermanos siameses? »
¡Vaya, los bien-pensantes, los doctores de la rectitud, los prudentes, búrlense de mi
si les apetece! ¡Escúpanme encima, ametrállenme con espinas y clavos, pero nunca
cantaré con el montón que nosotros somos los buenos y ellos los malos! Ni al revés.
Eloy Roy
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