TODAS LAS DEUDAS IMPAGABLES
QUEDAN ¡CANCELADAS!
Cuando Yeshua habla de un «AÑO DE GRACIA»,
intentan matarlo.
Cuando nosotros hablamos del AÑO
SANTO 2025,
no pasa nada.
Lucas 4,
16-30
Por: Eloy Roy
Querido Yeshua, ( «Yeshua» es el nombre de Jesús en arameo, la lengua de su pueblo).
Nos encontramos reunidos en la sinagoga del pueblo de Nazaret, en donde
creciste. Allí están todos los vecinos.
Según lo acostumbrado para con un visitante de paso, el jefe de la sinagoga
te invita a dar lectura de un pasaje de las Escrituras sagradas. Hoy toca un trozo
del libro del profeta Isaías.
Tomas el rollo y elegís cuidadosamente los versículos 1 y 2 del
capítulo 61. Esto es lo que quieres proclamar en ese día. (Basándome en Levítico 25, 8-11y Deuteronomio 15, 1-2, propongo aquí una traducción interpretativa del texto escogido para mejor
destacar su significado y su alcance). Se lee así:
«El Espíritu,
o sea el Aliento o el Soplo de Dios, está sobre mí. Respira en mí. Me impulsa a
anunciar a los pobres esta Buena Noticia: ¡Serán liberados todos aquellos y
aquellas que hayan sido echados a la cárcel por sus opresores! ¡Todos aquellos
y aquellas que se encuentren encerrados en la oscuridad de las mazmorras,
verán, por fin, la luz del día y saldrán
libres! ¡Quedarán libres todos los habitantes de esta tierra que, al no
poder pagar sus deudas, fueron despojados de sus bienes, y aquellos que, para salvar
su vida, se tuvieron que entregar como esclavos a sus acreedores! Ya llega para
ellos la condonación de sus deudas, o sea su emancipación, su liberación, mejor
dicho, su « gracia». Recuperarán su libertad, sus derechos y todos los bienes
de los que hayan sido despojados. Este año será EL AÑO DE GRACIA del Señor
Dios, ¡un año de jubileo, UN AÑO SANTO!»
Todos te miran con ojos grandes... Ni se oye una mosca. Enrollas el pergamino y luego, pesando cada una
de tus palabras, haces la declaración siguiente:
«Lo que
acaban de escuchar
¡HOY mismo se
hace efectivo!»
Estalla en el instante un barullo que casi hace volar las tejas del techo. Es una explosión de alegría de
parte de los oprimidos, y de furia de parte de los otros.
Del grupo de los
usureros y de los terratenientes sube un aullido de hienas:
-
¿Te has
vuelto loco, Yeshua? Mientras nos metes por las narices un escrito del tiempo del ñaupa,
nosotros no hemos dejado de avanzar. No eres más que un chatarrero de retales y ¿vamos a
dejar que destruyas los avances que hemos logrado en este país? Haznos un gran
milagro aquí mismo en este pueblo y
veremos si de verdad Dios habla por tu
boca.
Las burlas, los abucheos y los escupitajos llueven.
Con esfuerzo
extremo para lograr que te oigan, alcanzas decirles que Dios no hace milagros
en un pueblo que cierra la puerta a sus profetas, (o sea a aquellas personas que sólo tratan de ser coherentes con la fe
que su pueblo se gloría en tener). Se siente mejor acogido y
escuchado… ¡en tierras extranjeras y paganas!
Un silencio letal cae sobre la asamblea mientras sigues hablando:
-
Había muchos leprosos en
Israel en los días del profeta Eliseo, pero el profeta no curó a ninguno de
ellos sino a Naamán. ¿Quién era Naamán? Era el jefe de los ejércitos del rey de
Aram, un viejo enemigo con el que Israel estaba constantemente en guerra (2
Reyes 5, 1-19).
Estas palabras no han salido de tu boca que ya las hienas te caen encima. Te
arrastran fuera de la sinagoga hasta lo alto de un barranco para arrojarte abajo
y matarte.
Pero de repente no estás más allí, pues te escabulliste como una culebra
entre las patas de los dinosaurios.
De milagro te salvaste.
Por ahora.
Envíos misioneros modernos
Mi querido Yeshua, en ese bochinche diste inicio a tu «misión de
evangelización de los pueblos», y también al primer «Año Santo» de nuestra era.
Ahora bien, como te habrás enterado, las cosas mucho han cambiado. Hemos
progresado. En lo referente a la religión no somos estrictos como antes. Somos
más tolerantes, menos radicales, menos fundamentalistas. En una palabra, hemos
evolucionado.
Lamentamos la reacción violenta de tus contemporáneos a tu proclama en la
sinagoga, pero no nos extraña, porque admitirás que, para los acreedores, aquello de la cancelación
de todas las deudas es un hueso muy duro de tragar. Sus emprendimientos se desbaratan
por completo y se paraliza la economía toda. Por eso, hemos optado por olvidarnos
de esa medida anticuada y la hemos remplazado por el «perdón de las ofensas», como consta en nuestra
versión moderna del Padrenuestro. Así va: en lugar del «dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus
debitoribus nostris» como viene en el texto latino de antaño (traducción: «perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos
a nuestros deudores»), le pedimos al Padre que nos perdone «nuestras “ofensas”»
en vez de “nuestras deudas”... Total, suena menos profano y más pastoral. Nos
parece que esta iniciativa un poco atrevida se justifica por amor a la paz...
La paz...
Según los que saben discernir lo que viene de Dios de lo que no, la PAZ
es el sello de la Voz de Dios y de su Espíritu... Tal dato no se discute. Es
como un dogma de fe.
Sin embargo, en los
dos versículos que preceden al episodio de la sinagoga, Lucas señala que Yeshua volvió a Galilea precisamente «con
el poder del Espíritu» (Lucas 4, 14),
dejando en claro
que es el Espíritu santo quien empujó
Yeshua a proclamar ese texto de Isaías que conocemos, provocando el bochinche
que vino después junto con el intento de asesinato. Con lo cual afirmamos
que si bien la Voz del Espíritu Santo suena a menudo como un susurro de paz en el corazón, puede ser que a
veces desencadene una revolución o un viento huracanado con saetas de fuego, como
en Pentecostés, por ejemplo (Hechos 2, 1-13).
Volviendo a
lo nuestro
Cuando nosotros despedimos a nuestros misioneros, ya no besamos sus pies
como antes, lo que, en cierto modo, es un progreso. Pero seguimos cantando a
viva voz, y con razón, la valentía, la
abnegación y la generosidad de ellos. Sin embargo, en lo que respecta al «Año
de Gracia», ¡ni mu!
Al parecer, la opresión sufrida por la mayoría de los pueblos a los que
somos enviados, las enormes deudas que los someten y los reducen a una
esclavitud mal camuflada, todo aquello pasa desapercibido.
Como misioneros salimos a anunciar una Buena Noticia a esos países, pero no
exacta ni totalmente la de Yeshua en la sinagoga de Nazaret.
Ni que decir
tiene, por supuesto, que nuestra misión no consiste en fomentar cruzadas contra
todos los canallas del planeta, pero al menos deberíamos, conforme al espíritu
de Yeshua, comprometernos a crear en esos lugares adonde vamos como enviados
del Evangelio, una conciencia, una mentalidad, una espiritualidad o al menos una
sed de “liberación”, no solamente de los perniciosos regímenes soviético, chino
o yihadista, sino también de nuestro hipócrita e insidioso modelo capitalista, materialista, burgués
y rapaz cuya cara nos muestra en forma cada vez más límpida el grotesco Presidente
número 47 de Estados Unidos.
A través de todos los medios sociales más modernos deberíamos unir nuestras
voces a las de millones de cristianos y no cristianos de los que toman a pecho
el destino de la humanidad, para mantener al más alto nivel de alerta la
conciencia humana respecto a la necesidad, deber, obligación y urgencia de
cancelar las injustas e impagables
deudas que aplastan a los pueblos más vulnerables del planeta, por sobre todo
al tratarse de aquellos pueblos a los que deseamos llevar la Buena Noticia de Yeshua.
Mucho
hacemos, pero...
Desde hace mucho ya hemos practicado un evangelio que procura mejorar la
suerte de los más pobres.
Un evangelio que se traduce en escuelas, en centros de salud y de educación
popular, en pequeñas y grandes comunidades de fe, caridad y solidaridad
fraterna.
Un evangelio de medios de comunicación y de asistencia social.
Un evangelio de pequeñas y grandes acciones para el despertar y el crecimiento
de la persona humana.
Un evangelio que promueve y
defiende los derechos humanos, pero también un evangelio de la Tierra y de todo
cuanto tiene aliento de vida.
Un evangelio que cava pozos, abre caminos, construye iglesias, acoge
refugiados y recluta relevo para que esa labor no muera.
Estos son los milagros nuestros.
Pero lo que hacemos poco o nada es atacar con
claridad la raíz de la pobreza, como lo hizo Yeshua en la
sinagoga de Nazaret al proclamar que «el Año de Gracia» soñado por los profetas
comenzaba el mismo día en que él tomó la palabra.
¿Acaso, bajo pretexto de caridad o paz, Yeshua se quedaría mudo ante el
hecho brutal de que nuestros países depredadores siguen enriqueciéndose a costa
de los pobres?...
Nos guste o no, nosotros, los misioneros canadienses, somos naturales de un
país que con sus poderosas compañías mineras, se destaca como un integrante del
club de los grandes depredadores del planeta. Este
club, por supuesto, no solo saquea sino que también da una mano de vez en
cuando a los países más necesitados bajo la gorra de la ayuda internacional.
Esta gorra ocasionalmente sirve para disfrazar la venta a esos mismos países (a
los que deseamos evangelizar) de armas sofisticadas y de gadgets de alta tecnología que los intoxica y
los hace siempre más dependientes de nosotros.
Claro que nos damos cuenta de esas
contradicciones, pero nos encogemos de hombros en señal de impotencia y todo
queda ahí.
Mientras tanto, con nuestro silencio y nuestros suspiros de impotentes, no
dejamos de contribuir a llenar
los bolsillos de los opresores de estos mismos pueblos a los que somos enviados para anunciarles
la Buena Noticia de Yeshua.
No, no hablamos de estas cosas en nuestros envíos misioneros ni en ninguna
de nuestras liturgias…
De ahí que, en nuestras capillas confortables y nuestras publicaciones
limpitas, nuestros envíos misioneros no provocan ningún disturbio y que nadie
corre el riesgo de ser arrojado de su silla.
Año Santo
Cada 25 ó 50 años vuelve sin falta un «Año
Santo». El presente año 2025 es precisamente uno de ellos.
De hecho, se trata del «Año de Gracia» de la Biblia, pero cuidadosamente “reciclado”
para los tiempos modernos.
Este año jubilar, que debería ser el
Año Misionero por excelencia para
la condonación de las deudas de los más empobrecidos del planeta, ha sido
milagrosamente remodelado en un año emblemático de turismo religioso internacional,
en un negocio de indulgencias mal disimulado, en bendiciones papales pagables y
en un baratillo infinito de artículos religiosos.
Suponiendo que todo aquello sirviera de verdad a quitar los pecados del
mundo, nos preguntamos por qué no quita también la deuda de los países en vía
de “(sub)desarrollo” cuyo peso, a escala de los pobres, supera los picos más
altos del Himalaya…
Pobre Yeshua, después de lo ocurrido en la sinagoga, lograste estirar de
dos años más el elástico de tu vida sólo para ir a parar pronto en la cruz del Calvario (lugar de la Calavera)
un basural para malditos, caranchos y perros vagabundos. Parece ser que ése fuera
el barranco que te aguardaba junto con tu programa de evangelización según
Lucas 4, 16-30.
En realidad, no todo termina ahí
Después de la noche más larga del mundo, de repente se alza detrás de las
montañas la luz deslumbrante de un nuevo día. «No más muerte, no más llanto, no
más gritos, no más dolor porque el mundo antiguo ha pasado» (Apocalipsis 21, 4).
Pero estos rayos de un sol nuevo despuntando en el horizonte, nuestros ojos
de carne no los pueden captar. Otros son los ojos que los podrían ver, pero los
desconocemos y, por eso, quedamos de
vuelta en la oscuridad como niños enfurruñados por la frustración.
Nos conformamos con seguir siendo « dinosaurios
buenos» que concebimos la vida como algo que hay que poner en conservas.
Renunciamos al sueño, a la pasión, a la hermosa locura a la que, en lo hondo del ser, el Infinito nos sigue
convidando.
Solo falta que se prenda una chispa de aquella claridad para que un fuego comience
a arder en nuestro interior como se dio con los discípulos de Emmaus, o con el
mismo Moisés y tantas otras lumbreras del mundo fabuloso de la fe (Lucas 24,
32-33, e Éxodo 3, 1-10; 13, 21; 14, 24.30-31).
……………………..
P.D.: Hoy, 7 de febrero del 2025,
el Papa Francisco (oriundo de la Argentina, país que carga con una deuda
externa sumamente pesada contraída por los ladrones de la última y muy sangrienta dictadura militar del 1976 al1982),
acaba de publicar “Spes non confundit” (La esperanza no defrauda).
¡Duc in altum! ¡Llevemos la
barca mar adentro! (Lucas 5, 4).