Tratando de identificar al
tipo de la parábola del banquete de bodas que no lleva traje de fiesta. Una lectura
hondureña. (Mateo 22, 1-14)
El bus está tan repleto
de gente que casi revienta. Pero el chófer para en la primera esquina y hace
subir tres personas más, y otras cuatro más adelante. Luego dos más y así en lo
sucesivo. En nuestro país, siempre hay lugar. Para todo… Sobre el techo del bus
se apila una montaña de bultos, junto con unos animalitos.
Corre el
vehículo. No lo atajan ni las subidas, ni las curvas ni las vacas ni los
barrancos. Nadie protesta. Van todos
como sardinas en lata, sudando, dormitando, aguantando.
Menos uno, que
está sentado solo, forcejeando para que nadie lo toque. Se contorsiona para leer
su diario, fuma cigarro tras cigarro, se queja de todo, echa pestes contra el
chofer, contra el país, contra el gobierno, contra el mundo entero, hasta que
de un frenazo para el bus.
El chófer y dos
pasajeros fornidos se levantan, agarran
al pesado personaje por el cogote y las patas y lo tiran afuera. El miserable
cae sentado en la cuneta en medio de una bandada de zopilotes1.
“¡Adiós!” le gritan los pasajeros mientras el bus sigue viaje.
Los zopilotes olfatean
desde cierta distancia al intruso que acaba de aterrizar en su corro. “¡Demasiado amargo!” dicen haciendo hocico; y,
sin tocarlo, levantan vuelo.
El Reino, o sea
el fantástico proyecto de Jesús para un mundo abierto y humano, no está hecho
para los plomos. En ese mundo de Jesús, hay
lugar para todos, los buenos y los malos. Pero no para los que pasan la vida hinchando y rabiando y que terminan
ahogándose en el infierno de su amargura.
Es para la gente
audaz, crítica por cierto, pero solidaria, que confía en la vida, le tiene cariño al
pueblo y se hace cómplice de un Dios alegre quien, cada día y hasta el fin del
mundo, convida a todos los humanos al
gran banquete de bodas de su hijo.
Eloy Roy
1 “Zopilote”: pájaro carroñero de Honduras
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