TULIPÁN EN CAPULLO |
Ruido de cadenas rotas y de cárceles que se
despanzurran. Faraón de Egipto se va a pique al fondo del mar. El pueblo
esclavo irgue la cabeza y se abalanza sobre la libertad con alaridos de alegría.
¡Es la Pascua!
La Pascua de los cristianos retoma la antigua Pascua
de los Judíos y la lleva a un extremo. En la tumba de Jesús todo sufrimiento y
toda muerte se resorben en la nada mientras que de la raíz de la materia y de
toda carne rota brota en silencio el frescor luminoso de otra Creación. Jesús ha
resucitado, el mundo está salvado.
Y sin embargo, día tras día, Caifás, Herodes, Pilatos
y Judas siguen reinando como amos de la Tierra. Lo que nos guía y nos hace
vivir no es la luz de un mundo transfigurado por la Resurrección, sino el
Mercado.
Dicen que su mano es invisible, pero en realidad el Mercado
está en todas partes y no hay nada que se le escape. Da vida y mata. Nos espía
hasta por debajo de las camas. Determina lo que hemos de comer. Dicta nuestras
modas, nuestras prioridades, nuestras leyes. Es supremo. Decide de todo. Juzga
lo que vale y lo que no. Extiende sus tentáculos al mundo entero. Posee nuestras
mentes. Controla el cielo. Es nuestro salvador y nuestro dios. Lo inaudito, lo trascendente, la única Realidad
es él. Él es el comienzo y el fin de la Historia. En su horizonte no pinta la
menor profecía. Todo está acabado.
La profecía es un breve momento de luz que suspende el
tiempo y el espacio para que en lo profundo de la conciencia se vislumbre la
Realidad última de lo que somos y seremos. Un poco como si en unos segundos la
Tierra se entreabriera y nos mostrara el fuego que oculta en su vientre para revelarnos
nuestra asombrosa filiación con el Sol.
Así es la Resurrección. Es la gran Profecía de la
Historia.
¿Quién hubiera dicho? …
La resurrección es la profecía puesta como un faro en
las neblinas y los tumultos de nuestras vidas. Es la energía invisible que
traspasa el universo e irrumpe en el ser humano para despertarlo y propulsarlo hacia su propia
grandeza y así encaminarlo al encuentro de lo que es y de lo que será.
Pascua toca a retreta a nuestras somnolencias, y asesta
un golpe duro a todos nuestros falsos dioses como el Mercado omnipotente,
la Religión alienante y el encerramiento ciego del Ego.
Pascua es el hielo que se va y es la vida que vuelve,
es el final del invierno y la llegada de la primavera.
En Pascua, bajo nuestros cielos cargados de tormentas,
triunfan el Magníficat y las Bienaventuranzas. La punta de lanza de la Muerte se
rompe y la Vida brota en gavillas de fuego de las manos que fueron clavadas
a la cruz.
Por esa senda se asoma el futuro.
Eloy Roy
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