En mi corazón, tengo
un pesebre, y en mi pesebre hay un buey que charla con un burrito.
El buey dice:
- Eres muy bonito, hermano Burro.
El burro responde:
- Gracias, hermano Buey, tienes muy buen corazón.
En mi pesebre, hay también
tres gallinas, un gato regordete, una perrita, un chanchito pequeño, un pescado
rojo, un ratón de laboratorio y un canario; les puse allí para representar a
todos los animales, pequeños y grandes, que, cada día, alimentan, ayudan, protegen y confortan a un montón
de gente, sobre todo a los hermanos y hermanas más pobres, más ignorados y más
solos del planeta.
En el centro de mi pesebre,
sobre un trono de paja, hay un niño recién nacido. Es Jesús. Es Señor. Sin pronunciar
una sola palabra, él me dice a gritos que Dios es uno con nosotros y que se
manifiesta allí mismo donde pensamos no valer
nada y dónde menos lo esperamos.
Están allí también María y
José; son jóvenes huyendo Palestina para Egipto. Sin estos jóvenes refugiados, Jesús
no hubiera existido… El futuro del mundo está más en las angustias y audacias
de las generaciones que vienen que en la paz y las certidumbres de las que se
van. Y también en las reservas inagotables de los millones de hombres y mujeres humildes que golpean desesperadamente a muchas puertas cerradas de
nuestros países considerados “abiertos”…
Además, en mi pesebre, hay
Reyes Magos - estos infatigables investigadores de la ciencia y de la belleza
- y sus camellos - estas naves “espaciales” de los lejanos desiertos - y
esta magnífica estrella que luce encima de las cabezas: ha venido de las extremidades
del universo a mostrar el camino a todos los que andamos perdidos por los laberintos
de la vida.
En mi pesebre, se
encuentra también un pequeño Papa Francisco,
porque este hombre está haciendo lo de Hércules
para sacar del ADN de la vieja Iglesia Católica las águilas de los
Césares y meter en su lugar el espíritu de humanidad del humilde profeta de
Galilea.
Hay también en mi pesebre regalos de oro,
aromas y bálsamos preciosos además de legiones de ángeles que bailan y de
ovejas que sonríen meditando. Porque no hay solo codicia y crueldad en este
mundo, o solo hipocresía e integrismo en la Iglesia, hay también pedazos de cielo de gran
belleza; hay santidad y lucidez, coraje, bondad, y sobre todo mucha buena
voluntad.
En mi pesebre, no pueden faltar pastores y pastoras;
representan a los hombres y a las mujeres que toman a pecho la causa de los
nadies de la Tierra. Por centenares de
millones se arrastran para recoger las migas que caen de la mesa de los
“salvadores” de este mundo; éstos son los rateros más afinados de la Historia;
se han adueñado del patrimonio vital de
la humanidad transformándolo en dólares y
amontonándolo como combustible de infierno en “paraísos” donde no se
pagan impuestos…
En mi pesebre, está el Agua; es nuestra Madre, fuente de
toda vida.
Y está también la Tierra toda. Ella sufre de tos aguda y de
asma crónico por obra y gracia del gran Herodes que maneja al mundo a golpes de
petróleo y de aviones no tripulados. Y gracias también a otros miles de
millones de mini Herodes que parasitan las
almas de la humanidad anegándolas
con un amor frenético por los oleoductos y otras millones de maravillas que
envenenan la vida.
Por último, estamos también todos nosotros en mi
pesebre, mujeres y hombres con piel de
todos los colores, con centenares
de lenguas y millones de atavíos: los
desnudos, los barbudos, los echados para atrás, los encorvados, los con
y sin velos, los creyentes, los ateos, los guapos, los feos, los buenos y los
malos, los amigos y hasta los mismos enemigos. A pesar de nuestros odios, de
nuestras cobardías y nuestros miedos, de nuestras flechas y bombas y no obstante
todo lo que nos divide, todo lo que nos vuelve locos y nos mata, todas y todos
somos hermanas y hermanos; ¿increíble, no?
Que lo creamos o no, mi pesebre
asegura que el pleno éxito de la gran aventura humana echa sus raíces en el
corazón de este niño nacido en medio de los pobres: él en nosotros y nosotros
en él, junto con el Universo, todos reunidos en el resplandor de Dios.
Que caigan piedras y
rayos, huracanes y avalanchas de hielo, la Buena Noticia de Jesús naciendo
en un establo es un sol; irradia calor y luz aún a través de las nubes más
gruesas. Es la respiración del mundo.
Eloy Roy
Navidad, 2014
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