JOSÉ
Foto: Genée Jerome
Viendo más allá de las
apariencias
Martillo
en mano, José hace descubrir a Jesús las maravillas que se esconden dentro de cada
árbol. Le enseña a ver, más allá de las apariencias, aquí, unas vigas para armar una casa, allí,
una mesa, una puerta, un banco, un telar, una cuna o un cajón. Acá unos utensilios
de cocina, una escudilla, un cubo para el pozo, unas herramientas para el cultivo
de la tierra, allá, unas muletas para el tullido, unos zuecos para el pobre, un
tonel para el vino…
A
través de José, Jesús descubre que el árbol tan lleno de riquezas será
sacrificado, pero que él no sufre por ello. Con solo saber que unos humanos, gracias
a ese sacrificio, tendrán una vida menos sufrida, le trae mucha alegría al
árbol.
Jesús
descubre asimismo que el árbol, lejos de sentir vergüenza por las muchas cruces
que van a salir de su cuerpo, se enorgullece. Porque el árbol sabe que de los
hombres y mujeres que suelen ser clavados en esas cruces, muchos son los que,
rebelándose contra los tiranos, tienen la última grandeza de dar la vida por un
mundo más justo y más humano.
José enseña
a Jesús a cortar el árbol con respeto y agradecimiento, como cosechando una
fruta madura y muy rica… Le enseña a tallarlo con amor para que el mismo árbol,
bajo otras formas, viva más allá de sí mismo en el servicio de los humanos
hechos de tierra y sol como él.
De
José Jesús recibe la columna vertebral que hace de él un hombre hecho y
derecho. De José él hereda también esa capacidad de ver más allá de las cortezas. Por eso, bajo cualquier facha de debilidad,
de miseria y aún de fealdad, Jesús verá una obra maestra de la Creación, un ser
de luz, un hijo o una hija de Dios. Vislumbrará en todo ser humano, incluso en la
muerte, los esplendores de la Resurrección y del Reino de Dios.
María
ve cómo, a través de su oficio de
carpintero, José es un maestro
cabal. El material de base que Jesús
utilizará para su Buena noticia destinada a toda la Creación, es José quien se
lo pone en las manos. María lo ve, se maravilla y canta su Magníficat.
Eloy Roy
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