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No
hay opresores buenos, ni oprimidos malos
No te quiero ofender, Fidel, pero me pregunto cómo
has podido dejarte ganar por Nelson Mandela.
Desafiar el apartheid de África del Sur era muy
bravo. Tan bravo como afrontar
a los canallas que habían hecho de Cuba el burdel de los Estados Unidos. Te
rebelaste, Fidel, y Mandela también. Ayudados por la CIA (¡está en todas partes!),
los sanguinarios mandones de África del Sur echaron a Nelson en cana. Quedó
encerrado unos 27 años. Pero allí creció. Tanto creció que, desde el calabozo, llegó a ser como un dios para su pueblo. Un
dios como lo eras tú también en Cuba.
Cuando lo soltaron, Nelson era la chispa que
los oprimidos esperaban para meterle candela a todo y acabar con los asesinos de la patria. Pero él no tomó ese
camino. Eligió hacer una revolución distinta.
Animado
por una fuerza interior que había desarrollado en la cárcel, se negó rotundamente
a combatir el odio por el odio, la mentira por la mentira, la injusticia por la
injusticia, la tiranía por la tiranía.
Tú
también, mi querido Fidel, hiciste algo grande. Desafiaste al Imperio yanqui durante
cincuenta años y te convertiste en el abanderado de los oprimidos del mundo. Por
tu valentía y tu brillo te ganaste el
corazón de gran parte de tu pueblo en tu país y en muchas partes del mundo. A
tu pueblo lo liberaste del analfabetismo y le ofreciste la mejor medicina del
mundo. Enviaste legiones de médicos y profesores cubanos en ayuda a las
regiones más abandonadas de varios países empobrecidos. Hiciste guerras
discutibles, pero pareciera que una de ellas fuera muy positiva para la liberación
de África del Sur. Seguro que Mandela te lo habrá agradecido. Nadie va a negar las
buenas cosas que hiciste, pero las hay
también que claman al cielo.
So pretexto
de liberar a tu pueblo, lo has secuestrado. Le hiciste un lavado de cerebro y
lo condenaste al silencio y a la escasez. Por cierto, los EE.UU te boicotearon,
pero casi todo el resto del planeta te
apoyaba. Podías haber hecho negocios con la mayor parte del mundo, pero preferiste que tu pueblo se
estancara. Enviaste al paredón o mandaste a pudrirse en tus
cárceles a millares de cubanos. Acorralaste al exilio a millares de otros (no
eran todos admiradores de Batista ni colaboradores de la CIA). Millares de los
tuyos se tiraron al mar sobre embarcaciones de fortuna con la esperanza de
acceder a la libertad; centenares de ellos fueron a parar en la panza de los
tiburones. No todos eran traidores de la patria. Querían vivir,
simplemente.
En
eso, Fidel, no has sido un grande. Te comportaste a menudo como un delincuente,
un poco como Pablo Escobar que fue endiosado por los que se aprovechaban de sus
fechorías. Él era para ellos el héroe y
el ser más generoso del mundo. No por eso dejó de ser, como sabes, un gran
cerdo.
Pareciera
que en tu proyecto de revolución, no había más lugar que para ti. Nunca has
admitido un error. La humildad, que es la fuerza de los grandes, no fue tu
punto fuerte. Mandela tomó 27 años para conquistar esa fuerza, lo logró y fue
grande. Lo más extraño, además, es que a
esa gran revolución que querías liberadora, le faltó… la libertad. Qué detalle ¿no?…
No te hablo, por supuesto, de esa libertad loca del consumismo
desenfrenado de la sociedad capitalista, sino de la simple libertad que hace
que uno sea distinto de un títere. Solo eso.
Mi querido Fidel, como símbolo de resistencia al Gran
Pulpo yanqui, te doy un 10 y te hago con amor un monumento entre Martí y
Bolívar. Pero, por los fallos de tu mecánica mental que han causado tanto dolor
y muerte inocentes e inútiles, yo tendría que ofrecerte un nicho entre Pinochet
y….Batista. Lo siento.
Lo siento porque te tengo respeto por el bien
que has hecho a pesar de todo, y por la
mucha gente que te tiene cariño. Para serte franco, deseo de todo corazón
que donde estés Dios quiera que Mandela no
esté muy lejos. Me gustaría que él
meta la cuchara para encontrarte compañeros de vida eterna más simpáticos que
los Nerón de la Historia y los dos tipos que te mencioné. En todo caso,
cuídate. Muchos de los que atentaron 638 veces contra tu vida (tal vez no tanto
porque eras un malo sino porque no eras un malo del bando de ellos) ya colgaron
los patines también. Capaz no te dejen en paz. Mucho trabajo para Mandela.
Reflexionando
sobre tu vida, aguántame tres palabras más que dirijo a la gente buena que desearía hacer la
revolución con un mínimo de disparates:
1-Que
sea de izquierda o de derecha, ningún opresor es bueno, y ningún oprimido es
malo. La opresión es siempre un mal, incluso para la causa más linda del mundo.
2-Bueno o malo, todo ser humano es más grande que la
ideología más perfecta o la religión más
santa.
3-Entramado con un amor visceral por la justicia y la
libertad, el perdón, junto con la humildad, es la otra fuerza mayor que hace a
los grandes.
¡VIVA LA REVOLUCIÓN!
¡VIVA LA REVOLUCIÓN!
Eloy Roy
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