Foto Tracy Johnson |
Tuve un sueño.
El Gran Rabí, el Gran Muftí, Benjamín
Netanyahu y Mahmoud Abbas han tomado asientos alrededor de la mesa de
negociaciones. Solo falta Trump. Pero,
en vez de Trump, el mismísimo Dios se presenta en persona (hacía una eternidad
que no se le había visto por allí…).
La discusión no ha comenzado
que ya los cuchillos vuelan:
- ¡Jerusalén es la
capital de los Judíos!
- ¡No, es la de
los Palestinos!
- ¡Hemos llegado
aquí hace 3000 años!
- Se ausentaron durante
2000 años y nosotros venimos a ocupar el lugar.
Desde aquí Mahoma
ha subido al cielo.
Dios suspira, el Monte del
Templo tiembla. Todos callan. Dios habla:
Seré breve. Según ustedes,
queridos judíos, Jerusalén es su capital eterna. Pero hay un pequeño problema: ese
templo que los romanos destruyeron, ustedes sueñan con reconstruirlo en el mero
lugar donde se edificaba ya hace 20 siglos. Pero sucede que dos mezquitas, entre las más sagradas del Islam, están
ocupando dicho lugar.
Para ustedes, palestinos
queridos, las dos mezquitas son intocables. Son la prueba eterna de que Dios ha
descartado Israel y ha elegido al Islam para hacer irradiar su gloria a través
del mundo. Por eso, cae de maduro que Jerusalén sea la capital de los palestinos.
Antes de ir más lejos, les
aclaro quién soy: soy Yavé y soy Allá también. En realidad, soy el Dios único,
el de sus dos pueblos y del mundo entero.
En primer lugar quiero agradecerles
por la fe que impulsa a la comunidad judía a querer construirme un espléndido
templo, y por la misma fe con la que la comunidad musulmana está siempre
dispuesta a sacrificarlo todo para proteger sus hermosas mezquitas. Pero,
dado que, debido a ese problema, no dejan de matarse unos a otros desde hace
casi 70 años, tomen nota de lo siguiente: SIN QUERER OFENDER, NO QUIERO MÁS,
PERO NUNCA MÁS, TEMPLOS NI MEZQUITAS
PARA GLORIFICARME, ¿ESTÁ CLARO?
En la Biblia, los profetas clamaron
en todos los tonos que yo estaba harto de los sacrificios y de todo cuanto los humanos
inventan para honrarme. Lo mismo se repite en el Corán. Si no, queridos
musulmanes, tengan a bien inscribirlo de una vez en estos mismos términos: “El
ÚNICO TEMPLO Y LA ÚNICA RELIGIÓN QUE YO QUIERO, ES UN CORAZÓN LIMPIO”.
Con “corazón limpio” quiero
decir: nada de mentiras entre ustedes, nada de engaños, nada de venganzas, nada
de odios; que nadie ambicione apoderarse de todo y aplastar lo que no consigue dominar. Quiero un
corazón distinto del de unos animales salvajes vueltos locos. Quiero simplemente
un corazón que sea HUMANO, un corazón bastante inteligente y FUERTE como para compadecerse
y perdonar. Esto es lo único que yo quiero; todo lo demás me sobra.
Pues sí, yo soy Allá y soy
Yavé. Se me da una multitud de otros nombres, pero, en realidad, no tengo
nombre. Soy simplemente “EL-QUE-ES” para los judíos, para los musulmanes y para
el mundo entero. Odiarse por cuestiones de capital, de raza o de religión, es
odiar lo mejor que tienen dentro de ustedes mismos. Maldecirse unos a otros es
maldecirme a mí y es maldecir el universo. Entiendo a los ateos. Al ver cómo se
llevan entre ustedes, a mí también se me vienen ganas de dejar de creer en mí.
Por favor, hagan mentir la profecía
aquella que dice que de Jerusalén “no quedará piedra sobre piedra”. Hagan
florecer esa ciudad tres veces santa inventando entre ustedes una clase de “ser
nuevo” en el que judíos y árabes, de no haber sido por un accidente de la
historia, se encuentren de nuevo como los hermanos que fueron desde un
principio.
No vayan a acelerar el final
del mundo como lo desean tan ardientemente los fundamentalistas, los iluminados,
los cínicos y los incondicionales del
actual “hombre más poderoso del planeta”… No jueguen ese juego.
Ya no me verán más, pero
estaré con ustedes hasta el final de su futuro. He dicho.
Al pronunciar estas últimas palabras,
Dios desaparece. Al mismo momento aparece un pájaro espléndido que hace oír un
canto de otro mundo y luego desaparece desplegando sus alas en dirección de los
cuatro vientos.
En eso, me despierto.
Eloy Roy
(Nota: Para conocer los
sentimientos que tal vez atravesaron el corazón de Dios mientras hablaba, por
favor, leer: Lucas 19, 41-44).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario