1- En el umbral del establo
¡ Hola, Dios! Pasa adelante. ¡Qué chiquito eres! No, no molestas en
absoluto. Al contrario. Solo que esperaba verte llegar sobre las nubes del
cielo y no en este establo. Yo te imaginaba brillando como el sol pero apareces
como la guagua de unos refugiados. Esto me sorprende un montón, pero... bueno. ...
Cuando yo imaginaba que medías como mínimo cien metros de alto y que
estabas muy arriba de nosotros, yo
pensaba agradarte. Pero veo que no funciona así contigo: parece que la grandeza
para ti es ocupar muy poco espacio y hacerte aún más pequeño que nosotros. ¿Quién
lo iba a imaginar?
Eres tan pequeño que tal vez sea
por eso que, hoy en día, no llamas mucho la atención, pues, casi no se te ve...
A menos que nos quieras decir con eso que sin valorar lo pequeño en nosotros mismos y sin
conectarnos a los "pequeños" del
mundo no hay vida plena, ni futuro, ni "salvación" para nadie.
Lo "pequeño" en nosotros es lo más íntimo en nuestro ser. Los
"pequeños" son los niños", por supuesto, pero son también familias, vecinos, pueblos enteros que
nuestra "manera de ser" ha mantenido en un estado de inferioridad y de
miseria por haberles negado toda posibilidad seria de crecer ...
Gran Dios, muchas son las cosas importantes que nos quieres decir desde tu
pequeñez. Va, pues, ¡pasa adelante! Ésta es tu casa ...
2- En el establo
No me pregunto si Jesús era Dios o no. Pienso más bien que si Dios habla
a través de los pájaros, del viento, de la luz y de todos los acontecimientos de
la vida, no cabe duda de que habló a través de Jesús de Nazaret. En todo caso,
los primeros discípulos lo vieron así y creyeron en él. Y eso lo creo yo también.
Cuando el evangelista Lucas nos cuenta que Jesús viene al mundo en un
establo, no es un historiador, un periodista o un científico el que escribe,
sino un creyente, es decir, alguien capaz de vislumbrar la Realidad que se perfila
detrás de los signos que sus ojos ven.
Lo que esa historia de Lucas nos dice es que el gran Dios
"todopoderoso" no viene a asustarnos, sino que se acerca a nosotros como
de puntillas, haciéndose tan pequeño y frágil como nosotros mismos. Aunque nuestra
casa común no fuera más linda que un establo, Lucas quiere que se sepa por todo
el mundo que Dios ha elegido mudarse con nosotros. ¿Por qué? Porque cree en
nosotros y nos ama mucho.
Sabe Dios que algún día entenderemos mejor que nuestro futuro de humanos
no depende de leyes, de templos, de petróleo, de minerías, de drones, ni del crecimiento
de la economía a cualquier costo, ni del mercado de valores, ni de ejércitos, ni de edificios cien veces más
altos que las pirámides, ni del famoso LHC, ni de cada vez más ciencia, policías,
cárceles o bombas ... sino simplemente de una "manera de ser" distinta
de la que hemos tenido hasta ahora ...
Es cierto que con la presente "manera de ser" hemos realizado cosas grandiosas, pero también
hicimos desastres: de un paraíso hemos hecho un "establo". Hemos
convertido nuestra Tierra en un enorme basural, y hemos transformado en
cementerio casi la mitad del mundo.
¿Por qué eso? ¿Acaso somos mitad ángeles y mitad demonios? Tal vez sí,
tal vez no.... Quizás sea más bien porque somos simplemente humanos y que todavía
no hemos terminado de nacer a la totalidad de nuestra humanidad...
En todo caso, esa "manera de ser" que nos ha llevado a la situación
trágica actual está haciendo agua por todas
partes. Miles de luces rojas nos están avisando que tenemos que mutar. Que ya
se acerca la hora de terminar de nacer... Lo que somos de verdad y que está
dormido en lo profundo de nuestro ser da señales de querer salir a la luz. Estamos
listos para un gran salto para adelante.
Lenta es la evolución humana, pero la ciencia nos advierte que de vez en
cuando avanza por saltos grandes. Es a uno de estos saltos al que el siglo XXI
nos convida.
Al comienzo de los últimos dos milenios, Jesús mismo, desde un establo y
una cruz, dio un salto vertiginoso que
se plasmó finalmente en lo que hemos llamado "resurrección". Atravesando
nuestras muertes, su aventura fue un gran sacudón para sacar de la sombra grandes
energías de vida encerradas en nosotros. Nos desbrozó el camino para que iniciáramos
nuestro propio caminar hacia una nueva "manera de ser" en la que, desde
nuestra realidad de carne, nos sea posible vivir una humanidad más auténtica, más
profunda y más libre. Con él nos dirigimos hacia nuestra verdadera estatura
en la cual todo se irá integrando y
unificando. Las barreras que nos separan de nuestro ser verdadero y que nos
aíslan, no solo de la humanidad entera, sino también de la naturaleza y de Dios,
se irán cayendo una tras otra.
Para este gran salto adelante, Dios mismo, por pura gracia, viene a nuestro
encuentro dentro de nuestros "establos". Que seamos creyentes o no, se
nos está acercando el tiempo en el que las grandes cualidades de corazón y de
espíritu propios de ese Jesús que nació en un establo y ahora trasciende la
muerte, se incrustarán en nuestro ADN, y más profundamente aún en nuestro ser. En nosotros va a florecer una nueva "manera
de ser". Comenzaremos a ser más ampliamente humanos, hasta tocar lo divino.
Agujero negro tragándose una estrella
Hay 100 millones de agujeros negros en el universo
Cuando se acercó a Jerusalén, la capital del gran rey Herodes, la
Estrella de los Magos desapareció como si hubiera chocado con un "agujero
negro". El agujero negro es un monstruo astronómico que devora las
estrellas sin dejar escapar la más mínima chispa de luz de ellas. Lo cual
entraña que la Estrella de Navidad no simpatiza con los sistemas que se comportan
como "agujeros negros" haciendo añicos derechos humanos, democracia, voz
de los jóvenes, de las mujeres, de los trabajadores, de los nativos, de los inmigrantes
y de las personas diferentes, y que hace oídos sordos a los gritos de la calle
y a las señales de agotamiento del mismo planeta...Tan pronto como se acerca a
"agujeros negros" de ese tipo, la Estrella de Navidad se desvanece y
desaparece.
Pero siempre vuelve. A veces vuelve adonde menos se la espera, como en
Irak, y en Líbano o incluso en Irán. En Hong Kong sigue aguantando. En Chile,
Haití, Argelia también. Por allí cae un corrupto, por allá rueda una cabeza, pero no basta. Los pueblos
claman por algo distinto, por algo realmente nuevo. Al vislumbrar la Casa
Blanca, la Estrella "se manda a mudar" y al husmear por el Vaticano, se está agarrando muy fuerte para
no aflojar...
De hecho, la Estrella de Navidad nunca muere. Cuando reapareció, una red
celestial advirtió a los Reyes Magos que
el rey Herodes estaba muy enojado y que la vida de ellos pendía de un hilo.
Sucede que los servicios secretos del rey lo habían tenido informado detalladamente
de las actividades de los Magos por Belén: cómo esos extranjeros medio raros habían descubierto un
bebé recién nacido en un establo, cómo se habían echado de rodillas ante él,
cómo lo habían honrado como Rey de Reyes y lo habían colmado de regalos. Al oír
eso, Herodes estalló; rasgándose las
vestiduras, gritó: "¡El único rey soy yo!". De no haber sido por la
Estrella que les había mostrado un camino por donde escaparse, los pobres Magos estaban cocinados.
Engañado por esos Magos, Herodes entró en una ira de la que los
milenarios olivos de Palestina se acuerdan todavía, porque, para calmarse, ordenó la
masacre de todos los niños de Belén que tenían menos de dos años. Cuestión de matar
de raíz toda gana de sedición de parte de los partidarios eventuales del niño piojoso
que los Magos habían adorado como un dios.
Gracias a Dios, el niñito del pesebre, semilla de subversivo - uno nunca
sabe- logró salvarse del furor del rey, porque José, su padre, que ya había
olido el asunto, lo agarró de noche y huyó junto con la mamá a Egipto. Allí, en
exilio, en el mismo país donde 1250 años antes había comenzado la increíble
saga de los pioneros del "Pueblo de Dios", la hermosa Estrella de los
Magos que Herodes quiso apagar para la eternidad, se fue recargando de energía.
Un año pasó, luego Herodes hizo algo bueno por una vez en su vida: murió. La Estrella bailó de alegría. Sin perder un
minuto, partió de nuevo y regresó al país con José, María y el niño. Esta vez,
se dirigió derecho a Galilea, antiguo bastión de Neftalí y Zabulón, que estaba
pasando las de Caín. Este pequeño rincón del universo hubiera podido ser un
paraíso, pero siempre fue envidiado por los demás debido a su lago magnífico,
su tierra fértil, su pescado, sus higos, sus viñedos, sus ovejas y sobre todo por
su ubicación ideal para comerciar con los países vecinos y extranjeros. Por el
transcurso de los siglos, buitres de todos lados se habían tirado encima de ese
territorio hermoso del que todos habían logrado sacar alguna tajada. Fue en esa
Galilea desangrada donde, tras su regreso de Egipto, la Estrella creció. Empezó
en la oscuridad de Nazaret y luego, tan bien se desarrolló a la orilla del lago
que logró hacerse carne, huesos, corazón, sangre y rostro para convertirse en Jesús
de Nazaret.
En las sandalias del nuevo profeta, la Estrella caminó con los pisoteados del país,
se identificó con ellos, los levantó, los sanó, los sacó de sus tumbas, y así llegó
a ser para ellos y para el mundo la "Luz de las naciones".
Esto duró apenas tres años. En el país, el "agujero negro" funcionaba a
plena capacidad. Bajo el mando de los pequeños Herodes que habían reemplazado
al viejo difunto, el pueblo seguía temblando. A ello se sumaba el terror
nacional de la Legión romana metida allí. El pueblo repudiaba la presencia de
esos militares del imperio (que eran como una banda de elefantes salvajes en un
centro comercial); los odiaba como al propio Satanás. Además, la camarilla de sumos sacerdotes y
expertos religiosos que se turnaban en el Templo de Jerusalén no mejoraba las
cosas. Esos señores se comportaban como "dueños de Dios y de la
Verdad". Tenían espías por todas partes. Libraban una guerra implacable en contra de
todos los atrevidos que no les obedecían a pies juntillas.
Ahora bien, uno de esos "atrevidos" era Jesús, nuestra estrella, pues era un hombre libre. Por lo tanto, fue el dolor de cabeza de los
inquilinos del Templo. Estos últimos armaron un caso abrumador contra él, luego
se arrojaron encima como hienas y lo destrozaron en una cruz. Al mediodía, el
mundo se hundió en la noche más oscura del universo. Esta vez, la Estrella había
muerto de muerte bien segura.
Pero, que lo creamos o no, allí mismo donde no quedaba más que vacío y
muerte, la Estrella reapareció suavemente en el aliento del sol naciente del
primer día de una nueva Creación. Unos pescadores que no habían capturado un
solo pescado en una larga noche de
muchos milenios, "despertaron"
de repente. Se levantaron y se lanzaron con alegría por todos los caminos de la
gran aventura humana compartiendo sin contar una pesca con sabor a resurrección
y con gusto a mañana de eterna primavera.
Hoy, después de dos mil años, estos valientes pescadores han envejecido.
Están terriblemente cansados. Ya no pueden encontrar mano de obra barata para
hacer el trabajo. No pueden innovar, no pueden inventar, no se acuerdan cómo
crear. Son prisioneros de su mundo, y aunque todavía están vivos, ya están algo
como embalsamados ... En todo caso, ya no hay mucho futuro para ellos. Está
claro que el "Agujero Negro" ha ganado. Golpe muy duro para la Estrella
de los Magos...
¿Se recuperará la Estrella? ¿Asombrará de nuevo? ¿Volverá? ... Juro que
sí ... Pero también juro que las cosas no volverán nunca a ser "como
antes". ¡NUNCA MÁS! ¡Todo será completamente nuevo!
"Ahora todo lo hago nuevo" (Apocalipsis 21, 5).
ELOY ROY
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