domingo, 1 de julio de 2012

EL CONDOR Y LOS POLLOS





El cóndor es el pájaro más grande del mundo. Vive en los Andes, en Sudamérica.

Un día, una mujer encontró un huevo en la montaña. Era un huevo de cóndor. Lo llevó a casa y lo puso bajo una de una gallina  que estaba  empollando.

Cuando a los huevos les llegó la hora de nacer, apareció  en medio de la pollada de lindos polluelos de plumón rojizo, un curioso pollo más  grande que éstos y de plumón negro. Era un condorito.

La gallina lo amó igual que los demás y lo crió como un hijo. Junto a sus hermanos y hermanas, el condorito aprendió a cloquear y cacarear como un pollo, y a escarbar el suelo con sus patitas para buscar semillas y  otras cosas para comer.

De vez en cuando al condorito le entraban unas ganas tremendas de aletear. Se  sorprendía   a veces en dar brincos en  el aire  como para volar, pero nunca voló de verdad, porque en su entorno nadie volaba.

Llegado ya a adolescente, el condorito, un día, divisó un pájaro espléndido planeando con gracia y majestad en el azul del cielo. Ante  ese espectáculo su corazón se puso a dar latidos muy fuertes y una sacudida eléctrica le atravesó todo el cuerpo. Sentía por dentro una fuerza irresistible que lo empujaba  a alcanzar  a ese pájaro inmenso cuyas alas rocían las nubes. 

En el mero  momento en que iba a tomar su impulso para arrancar hacia arriba, su buena madre de gallina que no había perdido nada de la escena, lo paró en seco. El joven pájaro, muy excitado, le enseñó lo que sus ojos estaban viendo en el cielo y le preguntó:

-      Madre, ¿qué será, ese  gran pájaro tan bello que vuela así tan alto en el cielo?

La gallina se mostró muy contrariada y le respondió:

-      ¿Eso? Bah… es solamente un cóndor, una cosa inútil en la que nunca te fijarías si te concentraras en tu tarea de sacar tu comida del suelo y si dejaras de soñar despierto con cosas en el aire.  No son los cóndores los que nos dan de comer, mi hijito, por lo tanto ¡olvídate de ellos!

Una gallina vecina que lo había oído todo vino a reforzar lo de la mamá:

-      Nosotros somos de la tierra, dijo ella. Tenemos que trabajar para vivir. No perdemos  tiempo como esos bichos de arriba  que se  dejan llevar por el viento.

El joven cóndor supo que tal era la ley de las gallinas y que le convenía acatarla. De todas maneras, no  conocía otra. Guardó sus alas y con el tiempo se olvidó por completo de ellas. Luego vivió y  murió como un pollo.

Creo que esta historia es la más triste que yo haya escuchado en mi vida. Pues a mis amigos amerindios del altiplano andino les tocó vivir algo muy parecido. Al origen, ellos mismos eran cóndores, pero vino otro pueblo que los conquistó y los forzó a no usar más sus alas. Esfuerzos heroicos hicieron ellos para recuperar su capacidad de volar,  pero al cabo de más de quinientos años, muchos de ellos siguen viviendo y muriendo como pollos.

Esta historia es también la de todos los pueblos originarios de América y es  la de todos los antiguos esclavos. Es la historia de todos los  pueblos e individuos que no saben que tienen alas, o que ya no saben cómo usarlas, por ignorancia, por miedo, por falta de confianza…

Es también la historia del mundo que valora sólo lo que arroja beneficios  económicos. Todo aquello que no da plata se abandona, se desprecia, se elimina. La educación, la salud, la política, la sabiduría, la belleza, la espiritualidad, los ocios, la simple humanidad  son estimados útiles solamente en la medida en que producen dinero. Manda la ley de las  gallinas: “No son los cóndores los que nos dan de comer, mi hijito, por lo tanto ¡olvídate de ellos!”…
Esta historia del cóndor que se ha convertido en pollo es la de nuestro mundo enajenado que no cree en nada, o que cree en cualquier dios, excepto en el Dios que da alas para que volemos hasta Él.

Esta historia está muy presente en aquella  Iglesia que está manejada por  funcionarios, la  que desconfía de los grandes sueños, y no toma en serio  el “Reino” por el que Jesús vivió y murió.

Es, finalmente, mi propia historia, la de un hombre que no se anima mucho a creer que pueda ser otro cosa que un pollo.

Jesús fue un joven cóndor. Él sí se atrevió a volar con sus propias alas. Pero las gallinas prosaicas, las gallinas equilibradas, las gallinas que confunden la salvación con la seguridad, las gallinas que saben lo que le conviene a la sociedad, se las arreglaron para matarlo.  

Este crimen se comete todos los días, a todos los niveles, y a menudo con las mejores intenciones del mundo.

Mozart asesinado…
                                                                                    
                                                                                                Eloy Roy

  Al reunirse con Juan el Bautista, a quien los apparatchiks religiosos miraban como hereje y rebelde, se dio en la conciencia de Jesús una ...