jueves, 1 de noviembre de 2018


Desde Honduras rumbo a los Estados Unidos
Huyendo de las pirañas para echarse a los cocodrilos
 
Foto: INTERNET
Caravana de miles de migrantes hondureños caminando hacia Estados Unidos.

Hace como  70 años que nosotros, los misioneros de la SME, vamos caminando junto al pueblo de Honduras. Con sombrero de paja en la cabeza y machete en la mano, lo hemos acompañado a lomo de mula, a pie, a moto, en jeep... Aguantando a menudo calores abrumadores,  paludismo, amebas y otros detalles, hemos cruzado montañas con ese pueblo amado; con él hemos abierto caminos, construido escuelas, cavado pozos. Por la radio y otros medios hemos difundido conocimientos básicos y, sobre todo, una visión de la vida que sacudieron el miedo y la inercia, la resignación y el sentimiento de impotencia de muchos. Hemos tomado muy en serio la profunda fe religiosa de ese pueblo, que era una fe sincera pero a veces paralizadora, y la hemos convertido en una clase de "despertador" y en un motor de esperanza y de dinamismo para iniciar un nuevo caminar hacia un mundo mejor. Hemos trabajado incansablemente y con entusiasmo para capacitar a miles de entre ellos en pequeños agentes de transformación social y eclesial. Algunos de los nuestros han liderado incluso el traslado heroico de grupos de familias acorraladas en la pobreza  hacia unas tierras opíparas de la selva, las que, hoy en día,  les brindan una vida de dignidad y de futuro. Hemos visto a cientos de miles de personas valientes hacerse así dueñas de su propia vida y de su destino. La violencia que había sido omnipresente ya casi había desaparecido del paisaje. Pero de repente apareció algo que no habíamos previsto: el flagelo de las drogas.

La cocaína, reina de las drogas, ha subido desde el sur, principalmente de Colombia (pero también de Perú y Bolivia), y se ha dirigido hacia el norte para afincarse en Estados Unidos, que es donde más se vende y se compra,  y en donde se consume a más no poder como maná caído del cielo. Para las fuerzas tradicionales de opresión en Centroamérica y para las que se rebelaron contra ellas en El Salvador, y en Guatemala, la droga fue un arma de financiación  espantosamente útil en esas guerras que cortaron la vida a más de 300,000 personas. Por la fuerza, miles de familias tuvieron que huir, Se exiliaron a los Estados Unidos, en donde inflaron con creces    la oferta de mano de obra barata de aquel país. Amontonados en barrios calamitosos de California y de la región, varios refugiados,  mayormente jóvenes, se familiarizaron con los últimos refinamientos del tráfico de drogas y con la formación de pandillas capaces de imponer su ley. Habiendo huido del infierno de su propio país, cayeron en el infierno del crimen en Estados Unidos, de modo que después de unos años, las autoridades estadounidenses comenzaron a deportarlos a su país de origen. De vuelta a casa, las pandillas (maras),  rivalizando unas con otras para el control del territorio, desencadenaron una violencia que dura hasta hoy. Solo en Honduras, se sigue contando cada día  un promedio de 20 asesinatos relacionados con la droga, mientras México se ha transformado en un verdadero matadero humano.
 
Locura de las drogas ... irónicamente impulsada por el "sueño norteamericano". 
Los estadounidenses que se las dan de protectores  del mundo, en muchas partes 
libran  guerras para "beneficio" de la humanidad, pero son incapaces de 
combatir el flagelo de las drogas en su propio territorio. ¿Por qué? Porque no 
quieren. Y no quieren porque la droga les trae miles y miles de millones de 
dólares... Un regalo del cielo...
 
Mientras tanto, nosotros, los misioneros de Honduras, miramos impotentes ese 
incendio, el que bien podría reducir a la nada nuestros sueños más hermosos respecto 
a ese país. No dejamos de admirar, sin embargo, a través del humo de ese 
nuevo tipo de "quema", el coraje casi kamikaze de las caravanas que están 
caminando en este momento rumbo a Estados Unidos, aunque no nos hacemos
ninguna ilusión sobre la resultante de tan desesperada  empresa. 
 
¿Y Dios en todo esto?...  ¡Quién sabe!  De acuerdo con los datos computarizados
 en mi memoria y en mi poca fe, no sería del todo imposible que él esté 
caminando hacia el Muro como un refugiado más, sufriendo o muriendo con sus 
diez mil compañeros y compañeras, los ojos puestos en una Tierra sin fronteras 
en la que, hoy o mañana, todos los humanos podríamos ser acogidos como hijos e 
hijas amadas de una única y hermosa familia...

                                                            Eloy Roy


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