viernes, 2 de diciembre de 2016

CASTRO MÍTICO




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                                  No hay opresores buenos, ni oprimidos malos

No te quiero ofender, Fidel, pero me pregunto cómo has podido dejarte ganar por Nelson Mandela.

Desafiar el apartheid de África del Sur era muy bravo. Tan bravo como afrontar a los canallas que habían hecho de Cuba el burdel de los Estados Unidos. Te rebelaste, Fidel, y Mandela también. Ayudados por la CIA (¡está en todas partes!), los sanguinarios mandones de África del Sur echaron a Nelson en cana. Quedó encerrado unos 27 años. Pero allí creció. Tanto creció que, desde el calabozo,  llegó a ser como un dios para su pueblo. Un dios como lo eras tú también en Cuba.

Cuando lo soltaron, Nelson era la chispa que los oprimidos esperaban para meterle candela a todo y acabar con los  asesinos de la patria. Pero él no tomó ese camino. Eligió hacer una revolución distinta.

Animado por una fuerza interior que había desarrollado en la cárcel, se negó rotundamente a combatir el odio por el odio, la mentira por la mentira, la injusticia por la injusticia, la tiranía por la tiranía.

Tú también, mi querido Fidel, hiciste algo grande. Desafiaste al Imperio yanqui durante cincuenta años y te convertiste en el abanderado de los oprimidos del mundo. Por tu valentía  y tu brillo te ganaste el corazón de gran parte de tu pueblo en tu país y en muchas partes del mundo. A tu pueblo lo liberaste del analfabetismo y le ofreciste la mejor medicina del mundo. Enviaste legiones de médicos y profesores cubanos en ayuda a las regiones más abandonadas de varios países empobrecidos. Hiciste guerras discutibles, pero pareciera que una de ellas fuera muy positiva para la liberación de África del Sur. Seguro que Mandela te lo habrá agradecido. Nadie va a negar las buenas cosas que hiciste, pero  las hay también que claman al cielo.

So pretexto de liberar a tu pueblo, lo has secuestrado. Le hiciste un lavado de cerebro y lo condenaste al silencio y a la escasez. Por cierto, los EE.UU te boicotearon, pero casi todo el  resto del planeta te apoyaba. Podías haber hecho negocios con la mayor parte del  mundo, pero preferiste que tu pueblo se estancara. Enviaste al paredón o mandaste a pudrirse en tus cárceles a millares de cubanos. Acorralaste al exilio a millares de otros (no eran todos admiradores de Batista ni colaboradores de la CIA). Millares de los tuyos se tiraron al mar sobre embarcaciones de fortuna con la esperanza de acceder a la libertad; centenares de ellos fueron a parar en la panza de los tiburones.  No todos eran traidores de la patria. Querían vivir, simplemente.


En eso, Fidel, no has sido un grande. Te comportaste a menudo como un delincuente, un poco como Pablo Escobar que fue endiosado por los que se aprovechaban de sus fechorías. Él era para ellos el héroe  y el ser más generoso del mundo. No por eso dejó de ser, como sabes, un gran cerdo.
  
Pareciera que en tu proyecto de revolución, no había más lugar que para ti. Nunca has admitido un error. La humildad, que es la fuerza de los grandes, no fue tu punto fuerte. Mandela tomó 27 años para conquistar esa fuerza, lo logró y fue grande. Lo más extraño, además,  es que a esa gran revolución que querías liberadora, le faltó… la libertad. Qué detalle ¿no?… No te hablo, por supuesto, de esa libertad loca del consumismo desenfrenado de la sociedad capitalista, sino de la simple libertad que hace que uno sea distinto de un títere. Solo eso.

Mi querido Fidel, como símbolo de resistencia al Gran Pulpo yanqui, te doy un 10 y te hago con amor un monumento entre Martí y Bolívar. Pero, por los fallos de tu mecánica mental que han causado tanto dolor y muerte inocentes e inútiles, yo tendría que ofrecerte un nicho entre Pinochet y….Batista. Lo siento.

Lo siento porque te tengo respeto por el bien que has hecho a pesar de todo,  y por la mucha gente que te tiene cariño. Para serte franco, deseo de todo corazón que donde estés Dios quiera que Mandela  no esté muy lejos. Me gustaría que él meta la cuchara para encontrarte compañeros de vida eterna más simpáticos que los Nerón de la Historia y los dos tipos que te mencioné. En todo caso, cuídate. Muchos de los que atentaron 638 veces contra tu vida (tal vez no tanto porque eras un malo sino porque no eras un malo del bando de ellos) ya colgaron los patines también. Capaz no te dejen en paz. Mucho trabajo para Mandela.

Reflexionando sobre tu vida, aguántame tres palabras más que  dirijo a la gente buena que desearía hacer la revolución con un mínimo de disparates:

1-Que sea de izquierda o de derecha, ningún opresor es bueno, y ningún oprimido es malo. La opresión es siempre un mal, incluso para la causa más linda del mundo.

2-Bueno o malo, todo ser humano es más grande que la ideología más perfecta  o la religión más santa.

3-Entramado con un amor visceral por la justicia y la libertad, el perdón, junto con la humildad, es la otra fuerza mayor que hace a los grandes.

                                  ¡VIVA LA REVOLUCIÓN!

Eloy Roy





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