viernes, 12 de diciembre de 2014

MI PESEBRE




En  mi corazón, tengo un pesebre, y en mi pesebre hay un buey que charla con un burrito.
El buey dice:
- Eres muy bonito, hermano Burro.
El burro responde:
- Gracias, hermano Buey, tienes muy buen corazón.

En mi pesebre, hay también tres gallinas, un gato regordete, una perrita, un chanchito pequeño, un pescado rojo, un ratón de laboratorio y un canario; les puse allí para representar a todos los animales, pequeños y grandes, que, cada día,  alimentan, ayudan, protegen y confortan a un montón de gente, sobre todo a los hermanos y hermanas más pobres, más ignorados y más solos del planeta.

En el centro de mi pesebre, sobre un trono de paja, hay un niño recién nacido. Es Jesús. Es Señor. Sin pronunciar una sola palabra, él me dice a gritos que Dios es uno con nosotros y que se manifiesta allí mismo donde pensamos no valer  nada  y dónde menos lo esperamos.

Están allí también María y José; son jóvenes huyendo Palestina para Egipto. Sin estos jóvenes refugiados, Jesús no hubiera existido… El futuro del mundo está más en las angustias y audacias de las generaciones que vienen que en la paz y las certidumbres de las que se van.  Y también en las reservas inagotables de los millones de  hombres y mujeres humildes que golpean  desesperadamente a muchas puertas cerradas de nuestros países considerados “abiertos”…

Además, en mi pesebre, hay Reyes Magos - estos infatigables investigadores de la ciencia y de la belleza -  y sus camellos - estas naves “espaciales” de los lejanos desiertos - y esta magnífica estrella que luce encima de las cabezas: ha venido  de las extremidades del universo a mostrar el camino a todos los que andamos perdidos por los laberintos de la vida.

En mi pesebre, se encuentra también un pequeño Papa Francisco, porque este hombre está haciendo lo de Hércules  para sacar del ADN de la vieja Iglesia Católica las águilas de los Césares y meter en su lugar el espíritu de humanidad del humilde profeta de Galilea.

Hay también en mi pesebre regalos de oro, aromas y bálsamos preciosos además de legiones de ángeles que bailan y de ovejas que sonríen meditando. Porque no hay solo codicia y crueldad en este mundo, o solo hipocresía e integrismo en la Iglesia,  hay también pedazos de cielo de  gran belleza; hay santidad y lucidez, coraje, bondad, y sobre todo mucha buena voluntad.

En mi pesebre, no pueden faltar pastores y pastoras; representan a los hombres y a las mujeres que toman a pecho la causa de los nadies  de la Tierra. Por centenares de millones se arrastran para recoger las migas que caen de la mesa de los “salvadores” de este mundo; éstos son los rateros más afinados de la Historia; se han adueñado del patrimonio vital  de la humanidad transformándolo en dólares y  amontonándolo como combustible de infierno en “paraísos” donde no se pagan impuestos…

En mi pesebre, está el Agua; es nuestra Madre, fuente de toda vida.

Y está también la Tierra toda. Ella sufre de tos aguda y de asma crónico por obra y gracia del gran Herodes que maneja al mundo a golpes de petróleo y de aviones no tripulados. Y gracias también a otros miles de millones de mini Herodes que parasitan las  almas de la humanidad  anegándolas con un amor frenético por los oleoductos y otras millones de maravillas que envenenan la vida.

Por último, estamos también todos nosotros en mi pesebre,  mujeres y hombres con piel de todos los colores, con  centenares de  lenguas y millones de atavíos: los  desnudos, los barbudos, los echados para atrás, los encorvados, los con y sin velos, los creyentes, los ateos, los guapos, los feos, los buenos y los malos, los amigos y hasta los mismos enemigos. A pesar de nuestros odios, de nuestras cobardías y nuestros miedos, de nuestras flechas y bombas y no obstante todo lo que nos divide, todo lo que nos vuelve locos y nos mata, todas y todos somos hermanas y hermanos; ¿increíble, no?

Que lo creamos o no, mi pesebre asegura que el pleno éxito de la gran aventura humana echa sus raíces en el corazón de este niño nacido en medio de los pobres: él en nosotros y nosotros en él, junto con el Universo, todos reunidos en el resplandor de Dios.

Que caigan piedras y rayos, huracanes y avalanchas de hielo,  la Buena Noticia de Jesús naciendo en un establo es un sol; irradia calor y luz aún a través de las nubes más gruesas. Es la respiración del mundo.  
                                                           Eloy Roy

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